Puede que tenga una terraza en lo más céntrico de los dos barrios que más de moda están –o han estado– en Madrid(Chueca — Malasaña). Es posible que su decoración con budas y camas balinesas haya costado un ojo de la cara, y es más que probable que el alquiler del local salga por un riñón y medio. Pero lo que no es comprensible es que, teniendo precios de menú de lo más decente(alrededor de 10 euros en el menú del día), las bebidas en la terraza sean tan escandalosamente caras cuando, simplemente, te acercas una tarde a tomar algo rápido y a disfrutar de una calle en pleno centro de Madrid pero no excesivamente concurrida desde la peatonalización de Fuencarral. Dos cañas y dos tintos de verano, acompañados de tres tiras de calamares fritos recalentadas que –todo hay que decirlo– nos comimos religiosamente por puro instinto; no pueden costar 14 euros. A no ser que hicieran el tinto de verano con un Marqués de Cáceres cosa que dudo un poco, porque cuanto peor es el vino, mejor es el tinto de verano. Pensaba volver algún día a comer, pero ahora mismo me lo estoy pensando, porque mi experiencia terracera no fue precisamente muy agradable…