Kling

Ya he explicado un par de veces mi amor por Kling, que es una de mis tiendas de vestidos favoritas. No es que yo me ponga muchos vestidos así en general, pero sí suelo hacer regalos a muchas chicas, y en general estas tiendas me salvan la vida: casi todos los diseños me gustan, tienen cosas muy bonitas, y –aunque cada vez hay más tiendas de Kling en Madrid, sinónimo de que les va bien– tampoco ves a todo pichichi con los mismos vestidos.
Por otro lado, tienen una segunda cosa buena: las chicas a las que contratan para hacerse cargo de las tiendas son auténticos amores. Les puedes preguntar mil cosas, te atienden siempre fenomenal e incluso te guían en caso de verte más perdido que un pulpo en un garaje. Yo me jacto de tener un gusto para las cosas bastante decente (al menos así lo atestiguan las féminas a las que he regalado), pero no quiero ni imaginarme a la cantidad de novios desesperados a los que estas buenas chicas han salvado el cuello.

He de reconocer que de entre las múltiples cualidades que visten mi persona, la estética y la capacidad de combinar prendas no figuran en mi armario.
Mi relación con el mundo de la moda se puede definir como tangencial y distante, de observador extraescaparate. Sólo acudo a Zara y HM. ¿Por sus precios? ¿La calidad de sus prendas? No.
Voy a acompañar a mi chica hasta la entrada de la tienda. Yo apoyo mi espalda en la fachada del HM o del Zara, como una línea en la circunferencia de una esfera, la pierna flexionada contra la pared, y observo el divertido espectáculo que sucede frente a mí y frente a los maniquíes del escaparate de la calle Preciados y Gran vía
Mi pase favorito es el de la calle Preciados, el juego del gato y el ratón entre los manteros y el coche de policía. Los manteros desplegando y arriando velas según por donde vengan los uniformados. Ahora pasáis con el coche, ahora me meto en el Corte Inglés. Ahora amaina el temporal, ahora salgo por la otra puerta, despliego velas, vendo un bolso a la señora con pantalón leonado, os veo aparecer, recojo vela y adopto pose de turista de Burkina Faso con hatillo al hombro.
¿Y qué hay de Kling? Ah, es verdad. Es la excepción que confirma mi relación con el mundo pasarela. Me gusta tanto la ropa de esta tienda de ropa femenina que entro y ejerzo de chico interesado en la estética de su pareja. Llego incluso a elegir ropa para ofrecérsela a mi chica. Obviamente no acepta mis propuestas, sigo siendo un hortera. Tengo una facilidad innata para elegir las únicas prendas de Kling que no le gustan.
Vamos sobre todo en Rebajas, se encuentran chollos. La estética es vintage. Es lo que nos gusta a los modernetes, mi abuela la llamaba moda viejuna.
Pues eso, que me gusta esta tienda y si mi chica se demora mucho en el interior puedo salir a su fachada a apoyarme. En la calle Ballesta hay mucho movimiento de señores viejunos que se paran a hablar con las señoritas en minifalda que suben y bajan por esta vía urbana, que muy amablemente atienden cariñosamente sus demandas.

Cuando conocí esta marca me encantó. Ropa bonita, original a muy buenos precios… y eso lo sigo pensando. Pero también me he topado con la calidad Kling, que es directamente lamentable. En la tienda te pruebas lo que tienen en exposición (muchas veces hecho polvo) y luego te dan ese mismo modelo aún sin desembalar y te lo llevas a casa. Y ahí te encuentras la sorpresa… costuras mal hechas, hilos sueltos, remates que no coinciden, un desastre. El verano pasado tuve que volver con un vestido en el que la cinturilla presentaba un escalón de 2 cms. en el lateral, y me dieron otro con menos diferencia sí, pero al llegar a casa ví que ese me apretaba el pecho… ya no volví. Pero ayer volví a caer, y tengo en casa una camisa que al desembalar he visto que tiene toda la botonera central desalineada (el de la tienda estaba bien), y hablo de errores de varios centimetros. Descoseré todo y lo pondré bien yo, pero no creo que vuelva a comprarles nada. La ropa es muy bonita y barata pero chapucera, mal hecha y de una calidad bajísima.

Esta es una de las tiendas de éxito en el barrio. La de la calle Ballesta, pues hay dos, lleva en funcionamiento un año y ya ha conseguido que pases a la hora que pases siempre haya gente.
La ropa estilo vintage en su mayoría es una delicia y además tienes complementos de todo tipo: sombreros, zapatos, cinturones, guantes, broches y todo a muy buen precio.
La tienda en sí tiene una decoración muy atractiva, por lo que te invita a quedarte y a recorrer todos los percheros y probarte unos zapatos o un sombrero.
En fin, si entras será raro que no caiga nada.

Me gusta mucho esta tienda, porque no sólo es bonita sino que, además, ¡es barata! Eso sí, yo a veces hago distinciones: para encontrar cosas de temporada, aquí, para buscar chollos, voy a la que tienen en el Mercado de la Calle Fuencarral, que con su zona outlet hago unos apaños…
Por cierto, un plus: a partir de esta temporada dejan de tener tallas únicas y ya tienen S, M y L. ¡Las gordis lo agradecemos!

Me encanta esta tienda, por su decoración y su distribución. En Madrid tiene dos locales, una en la calle Fuencarral y otra en la calle Ballesta. Yo suelo ir a esta segunda porque al haber un menor tránsito de gente el trato por parte de las dependientes suele ser más exclusivo.
Si te gusta vestir diferente al resto, esta es tu tienda. Encontramos ropa de todos los estilos, desde informal a algo más «chic». Además hay zapatos, y complementos. Los vestidos suelen estar por unos 40 euros, las camisetas entre los 20 y 30 y los zapatos en torno a los 30 euros. A través de su página web se puede consultar tanto el catálogo como todo lo relacionado con esta firma.
Es una tienda en la que puedes encontrar verdaderas gangas en época de rebajas. Como anécdota mencionar que la presentadora Patricia Conde saca la ropa de marca.