Los Jerónimos

¿Existe algún lugar en los alrededores del Museo del Prado o el Ayuntamiento en el que poder comer o tapear con decencia sin llevarte un sablazo samurai? Pues si, por difícil que sea de creer ese sitio es real, aunque haya que frotarse los ojos más de una vez.
Entre semana el menú del día cuesta 10 €, 11 € si lo to tomas en la terraza; si bien no vas a encontrar en él nunca una ensalada de foie con salsa de pera, si estará surtido de platos caseros y tradicionales y a veces hasta se lanzan con cosas más osadas como el pollo con coca-​cola que hacen de vez en cuando. Es un sitio de los que hay que comer con vino y gaseosa y que atrae sobre todo a los currantes que tengan que lidiar por la zona y a veces grupos de estudiantes.
En cualquier otra ocasión, es el lugar perfecto para tomarse unas cañas acompañadas de unas raciones sin pretensiones, pero bien surtidas. Además, la atención es muy correcta y contribuye a considerar este bar como un refugio imprescindible frente a las inclemencias de las residencias de lujo y las instituciones oficiales que copan el barrio de los Jerónimos.

El otro día, después de ver una exposición en el cercanísimo CENTROCENTRO (vamos, lo que es el Ayuntamiento de Madrid o el Palacio de las Telecomunicaciones) vinimos aquí a tomar unas cervecitas. Al sitio no llegué ni a entrar, porque nos quedamos en la terraza, pero la verdad es que estuvimos muy a gusto, incluso aunque no hubiese si quiera sitio para todos y algunos nos tuviésemos que quedar de pie.
Nos pusieron unas jarras de cerveza enormes (y heladas, la verdad, ¡nos vinieron de lujo!) y nos sacaron un par de pinchos mientras que estábamos allí. La verdad es que estuvimos muy cómodos, los camareros fueron simpatiquísimos y, si bien el pincho no era nada del otro mundo, agradecimos tener algo que llevarnos a la boca.

Trato agradable, buenos aperitivos, tiene menu, terraza y unas seis mesas en su interior.
Excelente clientela procedente de la Cope y de una escuela de estudios bursatiles que se encuentra frente al local.

Entrañable bar donde oficinistas trajeados se mezclan con estudiantes de Bolsa, una vez entras la caña es inevitable, sus camareros tienen muy claro el concepto «aperitivo generoso» y pese a ser una zona algo cara, puedes salir de este local con sendos riñones. Su ambiente oscila entre lo irlandés y el bar de barrio de toda la vida, paredes llenas de fotos y autógrafos, rememoran visitas célebres y orlas de estudiantes, que supieron dónde celebrar aprobados y suspensos.