Reservamos en este restaurante para una comida de jubilación de una compañera siguiendo unos criterios determinados: que nos pillase cerca del trabajo(en el centro, vaya) y que se pudiese comer por aproximadamente por 15 €, cosa que hemos conseguido reservando con un portal que hace descuentos. Ahora bien, si compensa o no queda mucho en la subjetividad de cada uno. Como éramos una mesa grande, nos han metido en el salón inferior ya que en la planta de la calle no cabíamos; no es mal salón, pero está contiguo a los baños y a un habitáculo abierto y vacío que daba una sensación un tanto extraña. Además tenían un televisor con música pop portuguesa que, por suerte, conseguimos apagar; luego vinieron para volver a encenderlo, pero nos resistimos con violencia. Y WiFi tienen, pero solo en la planta de arriba; en la de abajo no hay cobertura de ningún tipo, ni siquiera para cobrarte con la tarjeta. Por otra parte, la mayor parte de lo que te enseñan en la carta no lo tienen y, a cambio, tienen otras cosas, así que mejor no fiarse de la carta para elegirlo. La persona que nos atendía, por otro lado, no estaba nada familiarizada con la misma y no tenía claro si podía servirnos unas cosas u otras; el asunto llegó al surrealismo cuando una persona pidió una ensalada griega(en un portugués), le dijeron que no había, y luego otra persona la pidió y se la sirvieron. Al menos nos hizo gracia la situación porque estábamos de cachondeo, pero el servicio en general era infernal. En cuanto a la comida en sí: los primeros son irrisorios, más bien resultan aperitivos que te cobran y que tienen forma de buñuelo de bacalao(uno solo) o empanadillas de atún(dos caseras y repletas); por suerte, los segundos son bastante más apropiados, bacalao en diversas formas básicamente. Yo probé uno con patata, espinacas y una salsa láctea que estaba estupendo, y los del resto de la gente, similares y sin salsa, también estaban buenos aunque eran un poco sosos. Otra gente pidió arroz con pato, que daba lo que prometía pero para tirar cohetes no era. De postre solo tienen las típicas natas de Lisboa, que están impresionantes aunque tengas que pedirlas dos veces, y el café debe ser muy bueno porque por la tardanza tiene pinta de que se van a Colombia a por él. Sinceramente, yo ya sabía que no iba a ser la mejor experiencia de mi vida, y si se ha salvado mínimamente ha sido por el espíritu festivo de mis compañeros de mesa; por lo demás, correcto para el precio pagado, pero sin una oferta que lo ampare yo no iría porque les queda bastante por pulir.