Llega sin previo aviso. Siempre allí donde de ningún modo llegas, donde de ningún modo atinas. Te pica la espalda. No puedes acabar con esa sensación y desesperas. Tu rostro transmite ese colapso de sentimientos, qué picor!!! Tal vez se aproxime a esto lo que tuviesen en mente los autores de esta estatua metalica plantada en uno de los accesos a la Estación de Atocha. Un rostro que transmite desesperación para toda la eternidad, tal vez suplicando socorro a los viajeros anónimos que a diario pasan sin prestar demasiada atención a sus súplicas. Y ¿cómo se le podría ayudar, si ese rostro está en un plan de mírame y no me toques??? Lo que si parece que genera mayor atención son sus partes nobles, más doradas tras continuos toqueteos, tal vez debido a fetichismos o inspiración para selfis, quién sabe. Y ahí seguirá, con su guerra particular, luchando por alcanzar ese punto de desasosiego…