Molly Malone’s

El pub esta muy bien, muy auténtico y la música buena.
Pero aún no he podido cenar a una española.
Y el personal: Hay que mejorar el trató al cliente, que por eso siguen abiertos y pueden pagar las facturas

Paramos aquí para probar los Nachos (que los vimos un día y nos prendamos) antes del espectáculo de #Jamming (sesión Golfa — Wiiiii) en el Teatro Maravillas.
Cerveza de barril carlsberg (no de mis predilectas), pero fresca no entra nada mal. Luego disponen una carta amplia de cervezas y alcoholes, como buen irlandés…
Pedimos los Nachos y un combo que llevaba alitas, aros, palitos de queso, patatas… vamos fritanga pura (fui incapaz de probarla… todo aceite y rebozado –pero re-​rebozado)… Creo que debe haber pocas bombas tan «bombas» para el estómago… Pero bueno, los otros comensales se lo comieron bien, dejando solo algo de rebozado que, como digo, sobresalía de algunos de los «alimentos»…
Sé que cuando vas a sitios así, eres consciente de lo que vas a comer… Lo sé, y solo es mi opinión. Los nachos (dentro de que también sé que no son muy saludables) estaban riquísimos y a la vista entraban mucho mejor por los ojos que el combo…
El olor del sitio… (y eso que aun era hora temprana) es regulero… Cierto es, que, la mayoría de irlandeses que conozco, comparten un olor característico algo desagradable, pero que una vez estás, «te amoldas».
El servicio… al menos en la parte primera no tienen servicio de camareros para las mesas, teniendo que pedir en la barra y pagar en el acto.
Aceptan tickets restaurantes y es innegable decir que la esquina en la que está situado este local, llama a entrar. Aunque luego no convenza mucho, seguro que es un sitio al que vuelvo.
Y en la parte de abajo tienen una sala más preparada para el bailoteo nocturno y con otra barra para las copas, etc.

El ambiente es muy bueno… pero deberían hacer un esfuerzo en neutralizar el olor a perro muerto del bar…

Nunca había estado y me gustó bastante, fuimos entre semana y ya bastante tarde y no había mucho ambiente pero supongo que fue por las horas. A ver si la próxima vez los pillo mas animados porque el local pita genial y había un montón de cervezas y esas cosas típicas de los irlandeses: p

Mi primera experiencia en este sitio ha sido buena. Creo que es un local muy acogedor, y su distribución es toda una ventaja.
Me explico: ayer se organizó un evento en el que no estaba clara cual seríà la participación (esperábamos ser unas 20 personas, al final fuimos casi 40) y necesitábamos un espacio cómodo y con una mínima privacidad. El Molly tiene varios espacios así. Ocupamos dos salas situadas tras la barra, una de ellas con amplios sillones y mesas, muy adecuada para el debate en grupos, y la otra más abierta, perfecta para la puesta en común y las cervezas postwork. La atención del personal fue excelente y disfrutamos de nuestra estancia de principio a fin. Quizás la única pega fue que, estando al lado de la sala principal, la música en ocasiones estaba demasiado alta, pero la próxima vez probaremos otra sala, en la planta inferior, que ofrece más tranquilidad.
Una buena selección de cervezas y tapeo, una música que, pese a que a veces estaba un poco más alta de lo que me hubiera gustado, estaba muy bien elegida (escuché algunos temas de rock que no oía desde los 90) y un espacio agradable y muy adaptable. La gente que comió algun plato lo encontró excelente, así que la próxima vez me animaré a cenar ahí, a ver si le cae la cuarta estrella al lugar.

Uno de mis irlandeses favoritos, en pleno barrio de malasaña.
Buena música, amplia selección de cervezas.
Precios Ok. Servicio ok.
El día de san Patricio, te regalan cotillones de fiesta, es súper divertido!

No voy muy a menudo pero es imprescindible hacer tiempo para el teatro ahí o llevar a unos amigos tras un rato de compras por la calle Fuencarral.
Las bebidas son algo caras, pero creo que pocos locales irlandeses de Madrid harían sentir orgulloso a cualquier habitante de Cork, por poner un ejemplo. Bueno, a cambio de sus salchiclas y sus judías, tienen comida más bien americana, pero se perdona, porque está buena.

Hay una esquina en el Molly Malones que me encanta. Está un poco sobrelevada del resto de bar y se crea un mini ecosistema perfecto para compartir cervezas con los amigos. Buena música y ambiente, lo malo son los precios, un poco subidos de tono; pero está muy bien para de vez en cuando.

En el vuelo de regreso de Irlanda, una entrañable anciana nos preguntó que por qué resbalaban lágrimas por nuestras mejillas, que si habíamos dejado atrás el amor de nuestra vida, la tierra que nos vio nacer o simplemente nos daba miedo montar en avión. No entendió del todo que la contestáramos, sonándonos los mocos, con una escueta: Es por la Guinness, señora… es por la Guinness…
De regreso a Madrid, nuestros penas se confirmaron al pedir una pinta de ese tesoro negro en el Molly Malones de Malasaña. No será culpa del local, porque ocurre en casi en todas partes igual, pero si esa mujer de vida alegre (Molly, no la anciana) se enterara de que un pub con su nombre sirve una Guinnes así de floja seguro que gruñiría reciamente. Aparte de esto, el Molly mantiene el maderoso diseño y la pasión por los deportes de los pubs irlandeses. Sus precios los habituales en la zona.

Uno de los irlandeses con más solera de la capital, y a buen seguro el más famoso de la zona. Sirven veintiséis tipos diferentes de botellas de cerveza, además de la clásica Guiness de barril. También sirven comidas en plan Foster’s Hollywood.
El local es del mismo corte que el que te puedes encontrar en lugares como Palma de Mallorca o Edinburgo. Y sí, la gente bebe mucha, pero que mucha cerveza; pero aún siendo de ambiente un pelín hooligan, yo nunca he visto una pelea. Pasé varias tardes ahí viendo el Mundial de Suráfrica, donde nos juntábamos gente de varios países (incluso, cómo no, de los países que jugaban el partido en ese momento) y el clima era muy divertido y emocionante, con mucho buen rollo. Si te gusta el rugby, éste es el sitio perfecto para ver los partidos del 6 Naciones calzándote un par de pintas.
Como curiosidad, añadir que el local fue el elegido como telón de fondo en una fotografía realizada por Annie Leibovitz para Louis Vuitton en la que salían Pelé, Maradona y Zidane jugando al futbolín.