Una amiga llevaba tiempo hablándonos de este sitio al que había venido con sus compañeros de clase y las copas costaban 5 € y no era garrafón. A mí el nombre me echaba para atrás, me esperaba una cosa totalmente distinta a lo que me encontré(y a un sitio que si no me llegan a llevar ni hubiese pensado en entrar). Llegamos a la hora justa, debían ser las 23 o así y estaba más bien vacío. La barra a la izquierda, un billar en medio y a la derecha unos sofás, nos sentamos y pedimos, minis a 5 €, caña 1 €, dobles 2,5 y copas a 5 €, acompañado de unas pipas. De fondo canal de música random de la tele que hace a su vez de música del local. Se dice, se cuenta y yo me lo creo, que era un club de alterne, la decoración es vetusta, pero no moderna, de ese encanto de pinto el local y ese es todo el arreglo que le hago. A partir de las 12 y pico se empezó a llenar hasta la saciedad, por lo que si quieres tomar unos algos tranquilo recomiendo primera hora, lo que no puedo entender es que a las 21 ya no puedas conseguir sitio en La Realidad y aquí te puedas hasta tumbar en el sofá, mejor para mí porque estoy segura que volveré.
Lolo R.
Rating des Ortes: 4 Madrid
Para mí el Prada es uno de esos sitios excepcionales donde ir a tomar la primera copa de la noche. Se trata de un antiguo bar de la Calle de la Ballesta, que poco a poco está convirtiéndose en epicentro de las compras y del ocio nocturno por obra y gracia de triBall, la asociación de comerciantes que busca rescatar del olvido a algunas de las calles más degradadas del centro de Madrid. Las malas lenguas dicen que antaño era un local de citas(por buscar un pseudónimo apto para todos los públicos), pero ahora el local se ha reformado en esencia –que no en apariencia– para dar servicio a las hordas de modernos malasañeros que bajan por la Corredera Baja de San Pablo hacia los clubes sitos a orillas de la Gran Vía. En el Prada se mezclan, por tanto, algunos míticos parroquianos con pantalones pitillo, gafas de pasta, patillas y peinados retro. Todo un reto del que los dueños han sabido tomar partido. El bar sigue prácticamente siendo el mismo que antes: mesas bajas, butacones y sillones algo desgastados hacen juego con las ventanas opacas y unas paredes enteladas que todavía hoy desprenden aroma a humo de tabaco. Quizá por esa honestidad a la hora de reconocer su pasado(y gracias a sus precios populares) este lugar se ha puesto de moda. Un último consejo: aunque está muy bien viernes y sábados, los días en los que se disfruta de verdad son los miércoles y los jueves.