Taberna del Volapie

A diferencia de la sucursal que está cerca de la plaza de Santa Ana, donde sirven el vino templado, en este sitio son auténticos expertos en el arte de servir vino caliente. Para que nos entendamos, que le faltaba muy poco para ser glühwein, aunque en realidad se trataba de un Ribera del Duero, Carramimbre para ser preciso. Lo lamento porque es realmente un muy buen vino, pero echado a perder de una manera inigualable.
En definitiva, tuve en este lugar una mala que experiencia que no quiero repetir y que confirma lo que han escrito otros Unilocalers al respecto. Sobra decir que después del vino caliente me marché sin pedir otra cosa.

Fui a celebrar un cumpleaños. Y lo que hicimos fue pedir bastantes raciones para compartir y alguna tosta.
Las raciones eran muy muy pequeñas, el local pretende ser algo especial pero no llega a nada. También se pidieron dos tablillas porque el camarero nos dijo que en cada una venían cinco y resultó que después vinieron cuatro, éramos 10 personas, ya podréis imaginar nuestro descontento. Después el camarero nos hizo un «gran favor» al volver a pedir otras dos tablillas de otra cosa y trayendo 5 tostas en cada tablilla.
En cuanto a la bebida, es un asunto que podría ser investigado por Iker Jiménez. Pedías una caña y nunca sabías cuánto iban a llenar el vaso, algunas venía fría otras caliente… bienvenidos a la nave del misterio…
El servicio a parte de no saber recomendar bien, era muy lento. Además en una de sus pasadas por detrás de la mesa se tropezó con mi silla y casi me tira al suelo, y no dijo nada. Eso es otra, las sillas de allí son muy incómodas, son sillas plegables de madera, estilo playa, para que os hagáis una idea.
Una cena lamentable, en la que me quedé con hambre después de probar bastantes cosas y que en el fondo tampoco resultó ser excesivamente cara.
No volvería a ir de nuevo. Y si alguno ve este comentario, que por favor se lo piense muy mucho y decida ir a otro sitio.

No sé por dónde empezar con esta serie de catastróficas desdichas, pero el orden cronológico siempre ha sido mi preferido: quedamos en este local, que forma parte de una cadena de franquicias que intentan hacer la competencia de forma muy evidente (apenas cambian el color corporativo y una mayor extensión aparente de la carta) a La Sureña, de la que tampoco soy muy amigo. El asunto es que habíamos quedado con unos amigos que ya estaban allí, por lo que tuvimos que cazar al vuelo a un camarero para pedirle una cerveza, un vino blanco y un vino tinto; 20 minutos después, sin que nos hubieran atendido aún (y no estaba precisamente abarrotado o falto de personal), decidimos entrar dentro porque estábamos ateridos de frío. Entonces vino el 2º round.
Otro camarero diferente volvió a tomarnos nota, aprovechando la distancia temporal para pedir otras cosas más, entre ellas algo de comida; por cierto que esta, quitando alguna que se ve que se prepara en el momento, tiene más bien poco mimo: son cosas congeladas que se meten en una freidora o un microondas, y sé que estaban congeladas porque ese es el estado en el que nos sirvieron unas croquetas de rabo de toro que pedimos, que tuvieron que llevarse, y que volvieron calientes al poco.
Al pedir la cuenta, observamos que había precios diferentes para gente que había consumido (supuestamente) 2 rondas del mismo vino, que tuvieron que descubrir por esta vía que el que les habían servido era otro más caro sin que lo hubieran pedido, y está bien que te cobren lo bueno, pero solo si lo pides.
Por otro lado, el local me produce desasosiego por el rojizo de sus paredes y esas fotos en blanco y negro de gente del pasado, mayormente toreros, que te observan desde todos los ángulos.
La verdad es que les deseo lo mejor, sinceramente, pero creo que si no se ponen mucho las pilas, y especialmente teniendo en cuenta que hay al menos otros 3 andaluces no pertenecientes a franquicias en 3 manzanas a la redonda, lo van a llevar crudo como crudas nos trajeron las croquetas.