Teatros del Canal

El teatro es muy accesible, moderno y con gran variedad
Lo único malo el aparcar en la zona donde tampoco hay cerca un parking público

Las enormes instalaciones de los Teatros del Canal fueron diseñadas por Juan Navarro Baldeweg y acogen tres salas: una grande para espectáculos de escenografía exuberante y aforo extenso (Carmina Burana, El Lago de los Cisnes, La Corte del Faraón) llamada la Sala Roja, otra para representaciones más modestas y contemporáneas (Sala Verde) y otra para ensayos (Sala Negra), además del Centro de Danza Canal.
Conozco la Sala Roja, diseñada a modo de caracola-​gramófono bermellón que me parece todo un logro arquitectónico contemporáneo, ya no sólo por su acústica, buena visibilidad y confort, si no por sus formas orgánicas y el contraste con el resto de salas del edificio.
También he estado en la Sala Verde, que me recuerda al decorado que utilizó Elvis para su Jailhouse Rock, pero con néón Poison Ivy. La sala ofrece muchas posibilidades para la transformación del escenario, que se eleva o se sumerge entre los asientos de quita y pon. Muchas veces ha sido difícil reconocerlo, aunque los palcos carceleros y el néón siempre confirman que te encuentras en el mismo lugar.
La cartelera es variada y de mucha calidad. Aquí se pueden ver representaciones itinerantes que sólo visitan la capital durante un par días, ofreciendo la oportunidad de ver obras de Robert Lepage, por citar un ejemplo actual. Dada la calidad de estas obras, las entradas se agotan en minutos, eso sí, con lo que hay que estar atento. Los precios varían mucho según el espectáculo, siendo considerablemente más caros los representados en la Sala Roja, por el despliegue de figurantes, escenarios, etc.
La zona es más accesible en coche que otros lugares del centro y, al ser un edificio bastante nuevo (2009), sus instalaciones son bastante limpias y cómodas (hablo particularmente de baños y asientos).
La cafetería es amplia, pero merece tres estrellas, por recordarme más a la de un hospital que a la de un teatro, pero es un mal menor y fuera existen infinitas posibilidades de tomarse algo.

He estado en varias ocasiones. He podido ver teatro, ópera, ballet… He estado en la Sala Roja y en la Sala Negra. Tengo que decir que la Sala Negra me parece estupenda. En cuánto a la Roja, pues está bien, es un teatro grande, pero a mí me gustan las cosas más pequeñas. Esto hace que se pierda un poco la esencia, pero ayer tuve la suerte de ver Carmina Burana y flipé.
La acústica es buena, la visibilidad también en ambas salas, pero, entre las dos salas, destaca la Sala Negra. Esta sala también es grande, pero al no tener tantas butacas hace que todo sea más cercano.
De todas formas, es un espacio muy bueno para poder disfrutar de la cultura. Y, sí, como dice Lolo, el edificio, por fuera, es feo, feo.

El sitio está genial pero como suele pasar en esos lugares tan grandes, la calefacción está demasiado alta. Ayudamos porque la representación que vimos merecíà la pena, pero salimos como pollitos asados: p

Fuimos con unas entradas de letsbonus y, como siempre con esas entradas baratas, pensábamos que nos sentaríamos en el más lejano lugar…
Pero no! Nos sentaron en el mismo escenario en unas gradas metálicas y lo vimos todo de primera plana, aunque no de frente, pero perfecto. Casi podíamos tocar al protagonista de la obra «Enrique VIII».
Es un teatro grande y cómodo, aunque nuestras gradas eran de sillas de plástico, no tengo queja por las vistas. Las butacas parecían cómodas desde donde estábamos.

Me invitaron al estreno de Garage D’Or, una obra de teatro de máscaras que la verdad me gustó muchísimo y me parece de una enorme dificultad. Salí encantada pero no os quiero destripar el argumento, ni algunos detalles que me parecieron simplemente geniales porque hacían referencia a algo que me fascina.
Adoro ir al teatro. Me parece un lugar lleno de magia siempre.
En este ocasión entramos en la Sala Roja y debo decir que me resultó preciosa.
No estábamos muy «centradas» pero creo que la forma en la que está dispuesto el patio de butacas es perfecta para tener una visión excelente desde todos los asientos.
Algo que me resultó curioso y que, nunca había visto antes, es que al recoger las entradas en la taquilla, había mucha gente preguntando si nos sobraban entradas o invitaciones y según me contó una amiga, parece que es algo muy habitual en los estrenos.

Voy muy poco al teatro, para lo mucho que me gusta, pero la verdad es que siempre que tengo oportunidad, me apunto a todo lo habido y por haber. Así que el otro día, cuando me invitaron al estreno de ‘Emilia’, pues no lo dudé ni un momento.
No había estado nunca antes en los Teatros del Canal, supongo que porque la zona norte de Madrid la trabajo menos, pero he pasado por la puerta infinidad de veces. Qué edificio más feo, oiga. Feo y poco funcional, la verdad, porque a la sala a la que íbamos solo se podía acceder (al menos de modo bien visible) por unas escaleras mecánicas. Esto obligaba a que las personas que controlaban los tickets estuvieran justo delante de las escaleras, y se formase ahí un batiburrillo de lo más extraño e incómodo.
Me recordó a la entrada a los cines Ideal, cuando no sabes si te estás colando o es que todo el mundo está esperando para ver otro filme.
Por lo demás, me gustó mucho el teatro, de planta cuadrada. Eso sí, yo tuve suerte porque estaba en la fila cinco, pero me pareció que para los demás las butacas están excesivamente juntas, y que los anfiteatros son, cuanto menos, extraños, con unas butacas que se mueven a izquierda y derecha, como si fueran una silla de oficina.

Tengo que decir que solo he ido una vez, y a la sala roja. Y estoy leyendo en otros comentarios que opinan que la acústica es muy buena. Pues bien, yo tengo que decir que a mi no me lo pareció. De hecho me sorprendió bastante porque siendo un teatro moderno suponía que ese aspecto estaría muy cuidado. Es posible que se tratara de la obra en concreto (era Las Chicas del Calendario, y alguna actriz ya mayor pudiera ser que no proyectara la voz adecuadamente), pero mi butaca estaba colocada centrada y más o menos hacia la mitad de la platea y me costaba bastante enterarme de algunas partes. Eso yo que soy joven y oigo bien. Supongo que mi madre que está medio sorda se perdería un montón de diálogos.
Dejando eso aparte, la sala es muy chula, con unas instalaciones cómodas, incluyendo la deliciosa terracita de la cafetería

Ayer estuve cubriendo un concierto en la sala roja de estos teatros y la verdad que tienen una acústica muy muy buena.
Espero pronto ver alguna obra y así mi valoración será mejor.
Eso sí, por fuera y por dentro es muy bonito y la programación siempre está bastante bien

Aunque están un poco retirados de lo que es el circuito teatral, siguen siendo céntricos y vale la pena acercarse a ellos.
Tiene dos salas: la verde y la roja. Yo, casualmente, siempre he estado en la verde por lo que no puedo hablar de la roja.
La verde tiene una gran versatilidad y ya he visto como cambiaban varias veces la disposición para favorecer el espectáculo. ¡Eso está genial para una compañia! Además tiene muy buena acústica.
La programación es interesante aunque echo de menos que haya más hueco para compañías españolas desconocidas. Al fin y al cabo es un teatro público.

Como me gustan las impro. Desde que las descubrí por una amiga que está metida en el mundo del teatro no puedo pasar un mes sin ir al menos a una. Risas, risas y más risas. He ido a distintos sitios de Madrid a ver este tipo de espectáculos pero uno de los que más me impresionó fue Teatros del Canal, supongo que por lo grande que es ya impresiona, y por las escaleras mecánicas en su interior y por el diseño de sus asientos laterales, muy raros, los puedo definir como muy raros u originales.
Sacamos entradas para los anfiteatros más altos pero el sonido llegaba como si estuviéramos al lado de los chicos que actuaban. La programación se puede ver a través de su página web y hay multitud de cosas para elegir. Yo quiero volver pronto, me quedó mucho por ver.

Os parecerá extraño, pero comprobamos las bondades de este teatro madrileño (madrileño por su localización y por su financiación) hace algunos años en una obra bastante danzarina de Els Joglars, y por tanto dirigida por el señor que regenta el propio teatro. Pero también hemos estado allí hace escasas horas en un sarao musical con el grupo ahora technopopafricano (y también madrileño!) Dover como protagonista. Con esto queda bien a las claras la amplitud de miras de la programación de la lujosa sala y de la capacidad técnica en la administración de sus grandiosas instalaciones.
Debemos decir que estas son un alarde de elegancia y modernidad y que, sin adquirir las localidades más caras, sus espectáculos se contemplan decentemente (incluso desde el gallinero), un punto a favor en estas salas regentadas por el inclasificable Albert Boadella que pretende ser un lugar imprescindible en la escena teatral madrileña.
Los precios de sus localidades, con semejante espectro de variedades, oscilarán entre los 5 euros, normalmente para representaciones infantiles y algunas musicales, y los 35 euros que suelen costar las más caras.