Tito

He estado solo dos veces y en ninguna me pudo resolver el problema. Sólo tapas, y poco más.

En esta tienda de reparación del calzado alargaba la vida de mis botas de fútbol amarillas. Esas con las que, como os conté en la reseña de Deportes Halcón, conseguí meter treinta goles en la liga municipal de fútbol once (mi mayor momento de gloria deportiva, qué digo, de mi vida).
Tito es el mago de la aguja y de la horma. Repara todo tipo de calzado, aunque la mayoría de las veces por la mala calidad del zapato y del precio (no compréis tanto en los chinos) compense más comprar otro par. Los precios de los materiales han subido un 20% y hay que hacer malabarismo para seguir con el negocio. Pero Tito no se queja.
Esta tienda es un perfecto reflejo del pequeño comercio de barrio que está desapareciendo, donde el trato y el contacto con los vecinos es tan importante como el producto que se ofrece. Tito es un buen profesional, pero ofrece mucho más como persona.
Pasa tanto tiempo reparando calzado como hablando con los abueletes del barrio o con sus clientas. Eso habla de su calidad humana. Si te paras a conversar con él descubres a un tipo inquieto culturalmente; amante de cómics (tiene más de 3.000, su mujer le ha lanzado un ultimátum), de la historia de España (Gerald Bremen está ahora entre sus manos); de la escritura, en un gesto que me enterneció, en mi última visita, me regaló su libro de cuentos. Empezó a escribir hace cinco años y ha ganado varios premios convocados por el Instituto donde estudia su hijo.
La historia de cómo empezó a escribir es muy bonita. Mandó por móvil una poesía a su mujer. Era lindo. Ella con ironía le contestó que se lo había bajado de una web mandando un sms 5555 poesía. Para disipar sospechas volvió a mandarle otro más personal, para que no hubiese dudas de la autoría del poema. Y hasta ahora.
Si pudiese clonar su carácter lo inocularía por vena a muchos siesos del mundo franquiciado.