No creo que haya nadie en Mislata, que utilizando relojes de forma habitual, no conozca esta relojería. Relojero de profesión, toda la vida dedicada a la maquinaria más precisa del mundo, y con la misma tienda –y en la misma ubicación– toda la vida. Rafa –que así se llama el dueño– mientras que otros se dedican únicamente a cambiar piezas, sigue hablando en el mismo idioma que los relojes y sabe qué necesitan para que vuelvan a funcionar y repararlos. Vender relojes y cambiar piezas, con un mínimo de interés, prácticamente cualquiera podemos hacerlo. Tener los conocimientos y la maquinaria necesaria para convertir tu negocio en un auténtico taller de relojería sólo está al alcance de unos pocos. Y cada vez menos, que salvo en alta relojería eso de las reparaciones prácticamente se ha perdido y suele optarse por comprar uno nuevo. Para amantes de los divers: este taller tiene incluso máquinas de presión por aire y agua para verificar la estanquidad; no sólo cambia las juntas, revisa las coronas y pulsadores y el cristal. Es decir: también comprueba que lo que en teoría funciona en la práctica también sea así. Como curiosidad, mi familia tiene un reloj de pared antiquísimo, que va perdurando por generaciones; mi bisabuelo lo compró de segunda mano, es decir: que ya tiene sus años. Hace tiempo –ya en manos de mi padre– dejó de funcionar, y cuando en otras relojerías donde miramos para hacer la comparación de precios lo daban como caso imposible, este señor consiguió reparar el mecanismo de la maquinaria y hacer que su péndulo echara a bailar de nuevo. Cuando es algo más que cambiar una pila en un reloj no sumergible yo ni me lo pienso: acudiré aquí directamente.