Jamal Udin

Aunque no es nada especial, me gusta esta frutería simplemente porque está debajo de mi casa, compro casi todos los días ahí y la dependienta es súper simpática. A lo largo de los años fue deduciendo quién era el chico que siempre venía conmigo y ya estableció que debía ser mi marido (cosa que yo le dejo creer) y cada día, cuando vamos por separado me pregunta cómo va la familia, si pensamos tener hijos, que si tengo vacaciones… La chica conoce la vida de casi todo el barrio y todo el mundo la saluda cuando pasa por delante de la frutería y se ha vuelto tan cotilla como cualquier otro español.
Aunque en el cartel ponga Frutería Colinas, ahora ya no se llama así. Desde hace tiempo la regentan unos chicos jóvenes, de la India o Pakistan, la verdad es que no lo sabría decir.
Una cosa buena es que casi todos los días traen género fresco y el precio suele estar bastante bien. Es fácil encontrarte en los tomates o en la uva un cartel que pone «sale dulce», cosa que al menos a mi, me gana y casi me obliga a comprar.
Tiene un horario muy amplio y más de un domingo me ha sacado de un apuro porque suelen tener leche, agua y alguna cosilla más.