Poco simpáticos, el dinero por delante, sin paciencia con los extranjeros a los que le ponía «ojitos vueltos» porque no podían comunicarse en español –ni ellos articulaban ni una palabra de inglés evidentemente-. Ese camarero muy mal, me arrojó los billetes sin mirarme ni a la cara… no sé, una experiencia de esas que no molan nada de nada. Probablemente tendría un mal día, o qué se yo, a mi no me agradó y no volvería jamás si tuviera que hacerlo, la verdad. No, no, no. Como terraza para estar leyendo un rato tomándome un te, normalita.