Fernando, el veterinario del centro de Amate, es uno de esos profesionales tan templado que parece que nada le pueda perturbar. Al principio eso se puede interpretar mal, como si no mostrara interés, pero cuando te das cuenta de que no es así su tranquilidad te da la seguridad de que sabe lo que hace. Me di cuenta cuando encontramos a mi perro pequeño, Blanco. Ese día mi chico y yo no teníamos que pasar por la calle dónde lo vimos pero decidimos pasear un poco y dar un rodeo. Nos dimos cuenta enseguida de que detrás de nosotros había un cachorro que andaba desorientado. Estuvimos casi media hora intentando rescatarlo pero el animal estaba muerto de miedo y se metía en cualquier rincón para evitar que lo cogiéramos. Cuando lo conseguimos lo llevamos envuelto en una manta a la consulta de Fernando. El animal estaba en muy mal estado, con muchas garrapatas del tamaño de un chicharo y heridas. Él le dedicó todo el tiempo del mundo, le revisó y desparasitó. Como decía, un tipo calmado que nos tranquilizó a nosotros dos que íbamos muy nerviosos porque el animalito estaba medio muerto. Le salvó la vida y, desde entonces, no he llevado a ninguno de mis dos perros a otro veterinario. El trato es muy agradable y cercano. Los precios, los mejores de todos los centros veterinarios a los que he ido. Y la calidad excelente, de hecho en la residencia en la que mis perros pasan las vacaciones me lo han recomendado sin saber que ya iba.