Apodaca para mí es el refugio en esos días en que la Alameda está imposible. La realidad es que me gustaría que fuera siempre de mis primeras opciones para tomarme una cerveza, pero lo cierto es que nunca caigo en venir a este sitio de primeras. Hace unos años, uno de estos fines de semana que viene gente a visitarte, amigas que han decidido que lo mejor que pueden hacer es ir a visitar a Lola su amiga, y a las que has de complacer(es decir no parar de salir) durante todo el fin de semana. Pues bien, después de unas cuantas litronas en mi casa decidimos salir a tomarnos unas tapas a la calle. Viernes noche y casi las 23 horas. Encontrar un sitio donde sentarnos seis jóvenes era casi una misión imposible. Acabamos en los taburetes del Apodaca pidiendo carne en salsa, montaitos de pringá y torta de la Serena(o del Casar no recuerdo). Cubos de botellines(sí aquí hace ya mucho tiempo te ponían cubos con botellines) cayeron unos cuantos. Estábamos solas, y el camarero decidió apagar la tele y ponernos música. Fue una velada agradable, hasta el punto que finalmente nos tuvo que echar para cerrar). Desde entonces y cada vez que vienen tenemos que ir a tomarnos al menos una cerveza. Una de las veces que fuimos estaba cerrado(creo que lo traspasaron), pero la siguiente vez allí que estaba Apodaca con sus puerta abiertas. Ahora puedes tomarte una cerveza bajo los atentos pezones de fresa de el cuadro que preside el bar.
Laura S.
Rating des Ortes: 4 Sevilla
Manolo y Mario estaban tomándose una cerveza en el Hércules. Cuando llegué nos cambiamos de bar, queríamos cenar algo. Deambulamos un rato por la Alameda. Era noviembre, era martes, lloviznaba y la plaza y los bares estaban vacíos. Todo apuntaba a que el plan sería tomar lo que fuera y cada para su casa. Así, un poco por casualidad y un poco con fortuna dimos con el Apodaca. Aparentemente se trataba de un bar como cualquier otro bar en el que destacarían tal o cual tapa, pero según fueron transcurriendo las horas, fuimos descubriendo que en el Apodaca, la noche siempre podía ser mucho más de lo que se espera. Para empezar había como tapa torta del Casar y cerveza realmente buena. El bar, organizado en dos zonas, ambas pequeñas, comenzó a llenarse. Al olor del queso y la cerveza, unos chicos se pusieron en las mesas de la zona tras la barra. Llevaban un cajón flamenco y empezaron a tocarlo bajito, como si no quisieran molestar. Otro grupo de unió a los que allí estábamos. Un grupo de parejas ya entradas en la cuarentena larga. Los chicos del cajón comenzaron a cantar, el grupo de viejunos se animaron en el baile. A todo esto nosotros terminábamos la torta del Casar, encantados con la banda sonora del bar. Llegó el momento del cierre del bar. Echaron la persiana y nos quedamos allí dentro. El bar Apodaca se había convertido en una fiesta, y nosotros estábamos invitados.
Óscar H.
Rating des Ortes: 4 Madrid
Si hay bares que me generan buen rollo, este es uno de ellos. En la segunda fila de la Alameda en la confluencia de las calles del Gran Poder y Lumbreras se encuentra el Apodaca. El local es antiguo, tiene dos salas, la primera la de la barra(chiquitita) y una sala posterior con una sugerente pintura mural de una mujer recostada y algunas mesitas. Es en general tranquilo, ponen música española, puedes sentarte y esta superbién ventilado. Puedes hablar sin tener que gritar y la camarera es un cielo.