BBVA

Siempre he sido del BBVA, quizás porque para los jóvenes (ya supuestamente no me puedo llamar joven porque tengo los 30 años cumplidos) había algunas ventajas interesantes como las cuentas claras con las que podías hacer transferencias sin coste alguno o por aquello de que no te costaba nada el mantenimiento de la tarjeta y demás.
Desde que pasé a ser mujer no joven o madura, las cuentas se han ido oscureciendo (y no sólo por la crisis) porque tengo menos privilegios que antes. Encima de que pasas a la treintena, te dan como recompensa la anulación de privilegios. En fin, la próxima vez tendré que descumplir hasta quedarme de nuevo en los 25. Mientras esto ocurre, deciros que este banco es como casi todos: cajeras antipáticas a las que les cuesta hacer su trabajo con una sonrisilla en la boca, colas hiperlargas a primera hora de la mañana, dos cajeros automáticos (uno dentro y otro fuera del local) para hacer tú misma todas las operaciones que las antipáticas anteriores evitan a toda costa. Normalmete para los trámites que te tienen que gestionar el personal de despacho, hay mucha más fluidez. Parece que aquí sí tienen sonrisa ¡y la usan!
Otra dinámica habitual en este tipo de banco es la de quitarte bonificaciones por no tener la nómina domiciliada. ¡Señores banqueros los ciudadanos se están quedando sin nómina! ¿aún no se han percatado? Aunque tampoco creo que sea exclusivamente este banco el que hace este tipo de jugada maestra.
En cualquier caso, siempre he pensado que no se trata del banco sino del personal con el que te topes para que tu visita financiera sea o no de tu gusto.