El Bocata

No sé cuántas veces habré ido a esta cafetería a desayunar. Yo estudié en el Instituto Velázquez, justo en esa misma calle, un poco más abajo. La cafetería es bien lista y está especializada en desayunos. Lo que venden durante la mañana en ese bar no tiene nombre, Y menos aún la cantidad de tostadas que pueden llegar a servir así como de cafés, tés, zumos, leche caliente, colacaos…
Mis amigas y yo siempre íbamos a tomarnos la media tostaita de cada mañana. Recuerdo que mi amiga Yolanda siempre se la pedía de mantequilla, porque llevaba sal y se derretía en el pan calentito y recién salido de la tostadora. Esther se la pedía con jamón de york y mantequilla. Y yo era fiel a mi media tostada con aceite y tomate triturado.
Era increiblemente barato. Tened en cuenta que estábamos en el isntituto y que lo único que teníamos era la paga que nos daban nuestros padres.
Mi hermana va ahora a clases de inglés al instituto, otra vez, aunque va por la tarde. Fui un día a recogerla y al pasar por El Bocata le dije que podríamos volver un día a desayunar allí, para recordar viejos tiempos y ver si la crisis había dejado huella en el bar.
La cafetería sigue tan maravillosa como siempre, tan barata, llena de gente (jóvenes y no tan jóvenes) y con los mismos dueños. Ellos no se acrodaban de nosotras, pero nosotras de ellos, perfectamente.