Sí, lo sé, se llama El Tremendo esta cervecería de El Cerezo. Pero es que no me pega el nombre. Y no porque haya algún que otro bar en Sevilla que se llame igual. Sino porque lo que más le caracteriza, el motivo por el que mucha gente emigra desde otros barrios de la ciudad, no es nada tremendo, sino todo lo contrario: es pequeño. Son sus caracoles. Ellos dicen que también las cabrillas, pero hacedme caso y concentrad vuestros sorbos en los primos pequeños de las babosas. No exagero cuando digo esto. Este bar es conocido en toda la ciudad por lo sabrosos que están. De hecho, muchos, los que tienen más prisa o lo quieren guardar para después, lo que hacen es llevárselos por bolsas enormes donde los moluscos se arremolinan. No tiene mucho más de especial este sitio: la cocina es bastante escasa en cuanto a tapas se refiere. Encontrarás montaditos, alguna carne y poco más. Pero sí que podrás preguntar cuál es el menú del día mientras algunos clientes mantienen conversaciones futbolísticas, algo que se estila mucho por allí. Tampoco está especialmente limpio cumpliendo con el estándar de bar clásico de personas mayores. De hecho, hasta los camareros son de avanzada edad. Pero eso no quita que, cuando te entre el apretón de caracoles, se te active en la mente la neurona de El Tremendo. O, mejor dicho, el chiquitito.