Factory Colchón

Soy daltónico, ya no me avergüenza reconocerlo. Lo peor de todo es que mi novia lo sabe y me encargó a mí la elección de la funda del nórdico. El único requisito es que hiciese juego con las cortinas. Parecía fácil ya que éstas tienen muchos colores y era muy difícil confundirse. Pues lo hice, me equivoqué. Volví muy ilusionado a casa con una funda blanca con puntos verdes, justo el color que las dichosas cortinas no tenían. Yo juraría que eran puntos amarillos pero, al parecer no lo eran.
La devolvimos, sin nisiquiera abrirla y ahí empezó nuestra odisea para encontrala. En Emilio Lemos vimos una tienda de colchones y ropa para la cama y pensamos por entrar, total nos pillaba de paso… Los precios del escaparate nos decidió por ello y es que un somier, una cama de 90 y una almohada por menos de 100 euros estaba de lujo.
Cuando crucé la puerta, me encontré una señora totalmente de negro tumbada sobre uno de los colchones y con su marido y dos dependientas a su alrededor. La imagen era tétrica, al momento y después de tragar saliba varias veces, entendí que estaba probando uno de los colchones. Una de las chicas que estaba sentada al lado de aquella mujer se levantó para atenderme y ofrecerme su ayuda frente a lo que necesitábamos. Le pedimos ver las fundas que tenía para las camas de 150. Buscó y rebuscó entre las primeras marcas que tenía (me dijo los nombres, pero me sonó a chino) pero no encontró esa talla. Me decía que estaba liquidando las que tenía y que de ese tamaño no les quedaba. Era una pena, porque el color era ideal y el precio no pasaba de los treinta euros. Salí de allí mientras aquella señora de negro seguía probando su lecho de descanso.