Ocumare

Las expectativas tienen un papel muy importante respecto a la impresión que te llevas de un sitio. Si vas con expectativas bajas, juega a favor del negocio; si vas con expectativas altas, va en contra. En mi caso iba muy condicionado por la alta consideración general del resto de Unilocalers y por las fotos del sitio. La verdad es que no me pareció para tanto.
El problema puede estar en mí, de hecho, es casi seguro. Reconozco que no se identificar un vino excelente de uno simplemente bueno, a no ser que alguien me lo diga. Y tampoco sé reconocer un buen chocolate de un chocolate exclusivo, de importación y demás. El chocolate estaba muy bueno, pero no le he sabido encontrar ese algo que justifique la cantidad de dinero que estoy pagando. Yo probé el chocolate Malinche, que fue mi elección, y algún otro. El mío estaba bueno y era, creo, el más corrientito. También probé uno que era solo cacao, que para los que les gusta el amargo del cacao puro, debe ser una delicia.
Ojo, no le quito al siito dos estrellas de golpe únicamente por mi paladar cateto. El local en sí tampoco era como yo esperaba. Por razones que desconozco, Ocumare solo abre sábados y domingos, y por lo que me han contado, solo algunos meses del año. Creo que es por algo relacionado con el cultivo del cacao. Pues bien, yo creo que debe ser por eso que el dueño decide «petar» el local, para sacarle algo de dinero. Lejos de ser un sitio agradable y tranquilo, hay que elevar la conversación por encima del jaleo general, encogerte cada vez que alguien pasa cerca de ti para llegar a su sitio, y sortear muchos obstáculos cuando vas de cualquier punto a otro.

Otro sitio más que no hubiera conocido si no formara parte de la comunidad Unilocal,que tantos sitios nuevos e interesantes nos descubre día a día. Pude probarlo el otro día gracias a un evento comunidad organizado por Natalia D. Es una cafetería especializada en cacao. Podéis leer su filosofía en la web, para más información sobre por qué sirven el cacao en frío, entre otras cosas.
Sólo abren sábados y domingos. Nosotros nos reunimos un domingo por la tarde, nada más abrir, a las 16:00, nos juntaron dos mesas para que cupiéramos todos. En poco tiempo el local se llenó de gente. Estuvimos ojeando la carta, que se divide principalmente en cacao negro, cacao en crema, y cacao líquido, y por otra parte especialidades de la casa que según nos dijo la chica que nos atendió, cambian cada semana. La chica muy amablemente nos explicó qué era cada cosa.
Estuve dudando y finalmente me decidí por un cacao en crema, porque son los que más me llamaban la atención: el Zingalés, que llevaba una deliciosa espuma de coco y aquello me supo a gloria, sin duda acerté con mi decisión. Gracias a los Unilocalers pude probar más cosas de la carta, el cacao negro y el líquido. Todo lo que probé estaba bueno, pero de la carta me quedo con el cacao en crema: Zingalés y el Mama Dumba, fueron los que más gustaron en general. También pude probar una de las especialidades, para acompañar el cacao. Cada cosa de la carta cuesta 6 euros. No le pongo las 5 estrellas porque aunque me gustó mucho, lo veo algo caro, y no un sitio como para repetir con frecuencia.

Un maravilloso lugar para los amantes del Cacao, tanto más si lo son del chocolate negro y amargo, lástima que rompa todo el encanto de sus elaboraciones el terrible ruido que se genera allí dentro.
Estuvimos como mucho 1 hora y me pareció una eternidad. El local es pequeño y se reúné un gran número de personas, lo que hace que si das con 1 mesa con gente de torrente alto o poca consideración se cree un efecto dominó en el que cada cual alza más el tono de voz, llegando a ser bastante molesto.
Tras nuestra experiencia, pensamos en que quizás llegaría a la perfección si repitiésemos un día entre semana en que el local estuviera mucho más tranquilo, pero me desmontaron el plan al decirme que sólo abre sábados y domingos en horario de tarde.
Así que… volveré algún día porque el cacao realmente estaba rico pero si hubiese el mismo bullicio, pasaría de largo.

Ocumare es el sitio de los chocolateros en Sevilla… Bueno, sí, no es el típico sitio de chocolates.
[… ]Vale, empezamos de nuevo… si te gusta el chocolate y estás dispuesto a probarlo de formas diferentes, tienes que ir a Ocumare.
Para empezar, el chocolate es frío, es decir, no pienses que lo vas a tener en una taza para mojar churros. Esto ya cambia bastante el concepto de chocolate.
Para seguir, lo puedes elegir en diferentes texturas y con diferentes intensidades. Esto hace que si el primer argumento que te he dado no te vale para cambiar tu idea sobre el chocolate, te lo pienses un poco más.
Y para terminar, tienes también una sencilla carta de tentaciones relacionadas con el chocolate que acompañan tu taza…
El local es muy sencillo, cuando no hay mucha gente se está muy bien; muy relajado. El trato de ellos es encantador, te aconsejan sin ningún problema y resuelven tus dudas en ese momento tan difícil en el que te sientes como Hansel y Gretel pensando en comerse las paredes de aquella casita…
Yo te recomiendo ir si estás leyendo este comentario, aunque si lo lees en verano, olvídate ya que sólo abre en los meses desde octubre a abril-​mayo.

Después de muchos años intentando ir y todas las veces me lo encontraba cerrado, una buena tarde me acerqué y lo encontré abierto. Aunque no es muy grande, es moderno y acogedor, aunque quizás se queda corto para grupos grandes. La carta comprende varios chocolates fríos y algunos postres. Yo me pedí uno con especias que estaba muy rico y un postrecito.
En cuanto al horario de apertura por lo visto sólo abren en período escolar, por el tema de que el calor y el chocolate no se llevan bien, y en fin de semana.
El precio es algo elevado para una merienda, no dudo que el chocolate sea de gran calidad, pero es un poco excesivo en mi opinión, sobre todo como está todo hoy en día, pero bien se puede ir en una ocasión especial o a celebrar algo que sin duda no fallarás…

El templo del cacao. Vale, confieso que de cacao sólo he acompañado, pero con un delicioso café, que oye, es carísimo (3 €) y por eso no se lleva las 5 estrellas, pero está delicioso.
El local es una maravilla, super bien ambientado, moderno, cuidado hasta el último detalle, pequeñito pero muy, muy elegante, aunque algo escondido. Un local en el que se está bien, pero no por mucho tiempo, las sillas son algo incómodas.
El trato que te dan es espectacular, te explican lo que haga falta de una forma amabilísima, el cacao que estás tomando, cómo se prepara y porqué, de dónde es… Vamos, una gozada, casi puedes decir que te vas sabiendo tanto sobre cacao como la persona que te lo sirve, y no es poco, eso os lo aseguro.
Pero es que… El precio… ¡Ay! Pagar 6 euros por una taza de cacao y 3 euros un una tacita de café, que sí, que está buenísimo, que sí, que te tratan genial, pero a mi juicio el precio hace que pierdan mucho.

Todavía recuerdo el día que abrió las puertas por primera vez Ocumare. Allí estaba yo con unos amigos que conocían a Jose Ramón de hace tiempo para apoyarlo en esta aventura que, quién lo diría, ha superado ya el lustro. El nombre ya de entrada nos seducía, el mismo que el de una localidad de Venezuela donde la vida gira en torno a la producción del cacao.
Recuerdo esas tardes en Ocumare de sus primeros años cuando no lo conocía ni dios y era un verdadero placer estar allí en silencio, tranquilos, saboreando aquellos exóticos cacaos que nos traía Jose y escucharlo hablar de cómo se le había ocurrido aquél día hacer ese maravilloso postre. Era algo tan increíble, si nos fijamos en los años que se atrevió a abrir esto, fue un visionario de la locura gastro que vendría luego. Eran tiempos en que Ocumare abría a diario y a mí me gustaba ir muchísimo entre semana… Luego vino el éxito, como no podía ser menos, pues Jose se lo merecía, pero creo que esto un poco también lo desbordó, de ahí que empezara a reducir los tiempos de apertura, dedicarse a otros proyectos personales, hasta dejarnos casi con el miedo de que no volviera a abrir más. Como Willy Wonka y su Fabrica de Chocolate. Afortunadamente no ha sido así.
Ocumare sigue siendo Ocumare, y siempre que vas encuentras algo nuevo, una genialidad más, además de los sabores de siempre. Cacaos de distinta procedencia y denominación de origen (Venezuela, Papua Nueva Guinea, Santo Domingo, Ecuador, Madagascar…), en diferentes presentaciones (líquidos o en espuma) y siempre a temperatura ambiente para degustar bien su intenso sabor.
No puedo poner en pie todas las delicias que he llegado a probar aquí, se me pierde en los años que una arrastra ya encima :-), pero recuerdo con deleite una versión de la piña colada que se le ocurrió un día, haciendo con esta fruta un sorbete helado y una crema de coco con gelatina de ron cubano. O un helado de nuez moscada que acompañaba una tarta tatin de melocotones… Se me hace la boca agua.

-¿Sabes que han abierto el Ocumare? Creo que son las palabras más bonitas que he escuchado en mucho tiempo. El Ocumare, ese lugar del que había oído hablar tanto que creía que era una leyenda urbana y del que pensaba que tenía que acceder a través del andén 9 ¾ estaba abierto ¡Podía ir! El primer fin de semana al que iba a acudir se trastocaron las cosas y no pude ir, solo abre los fines de semana, pero al siguiente no falté sin duda, cuando llegué no me lo podía creer, allí estaba, ¡era real! tras frotarme los ojos y pellizcarme me di cuenta de que no era un sueño así que entramos abriendo la puerta sin más, sin contraseña ni nada.
El local, con una decoración muy discreta, es pequeño pero tiene bastantes mesas, y cuando entras allí te das cuenta de que nadie ha llegado por casualidad, de que todos sabemos a lo que vamos y que queremos, como si un vínculo nos uniera, el vínculo del cacao. La música clásica hace que te tomes este local muy en serio y te prepares para vivir una experiencia única y así la viví yo, con esa luz que iluminaba la mesa como si fuera un halo de luz celestial señalando tan delicioso manjar que íbamos a probar.
Me costó decidirme, nada nuevo en mí, pero la posibilidad de compartir mi elección con mi amiga me lo puso más fácil. Estuvimos hablando con una de las camareras que nos estuvo explicando un poco lo que están haciendo ahora, ya que los postres han sido sustituidos por la bollería, y nos comentó los matices y diferencias que íbamos a encontrar entre las diferentes opciones de cacao. Tras ir descartando nos decidimos por el Zingalés que es cacao en crema y el Malinche que en este caso es líquido. Aquí es cuando digo que no se puede explicar con palabras y es cierto. El zingalés tiene una maravillosa espuma de coco con el que se te escapará algún gemido y cada vez que hundes la cuchara en esa deliciosa crema de cacao un escalofrio te recorre el cuerpo, sí, es tan bueno como imaginas. Y aunque es difícil competir con el Zingalés, el Malinche no se queda atrás, tiene una riquísima espuma de vainilla y el cacao líquido te traslada a un universo de matices que explotan en tu boca, me encantó y quería que ese vaso no tuviera fin.
Sobra decir que repetiré y que sigo fustigándome por no haber ido antes, si había algo que resaltar de este año me quedo con haber pisado el Ocumare, porque existe y tenéis que ir. ¿Recordáis el síndrome de Stendhal? Pues igual pero con el chocolate :)

El mejor lugar para dar rienda suelta al paladar. Una lástima la estacionalidad del local y el horario sólo en fines de semana o festivos. Al principio, José Ramón Utrera, dueño del local, tenía un concepto más de negocio; ciertos desajustes en lo personal hicieron que cambiara el devenir del local.
Como cliente asíduo desde sus orígenes, decir que soy muy fan de sus cacaos y el Pan de Dios.
Suele cambiar los orígenes del cacao. También prepara cafés y tés.
Algo muy significativo, ser un solitario en su cocina y que le gusta el trato directo con sus clientes, siendo normal el verle en las mesas contando/​aconsejando acerca de sus creaciones.
Del local, comentar que es minimalista, con premios de diseño.

Hay muchas más, pero voy a hacer una lista con las diez cosas que más me gustan del Ocumare, y una recomendación final:
1) Allí aprendí que el chocolate, en realidad, ha de tomarse frío. Si lo tomas caliente, pierde parte de sus propiedades y de su aroma.
2) Generalmente hay que llamar para saber si está abierto, porque tiene unos horarios un poco distraídos y pasa mucho tiempo cerrado durante el año (generalmente el verano, porque el chocolate aguanta regular).
3) Su (s (dueño (s) sabe (n) perfectamente lo que está(n) vendiendo, y son capaces de darte una explicación pormenorizada de cada una de las cosas que hay en la carta, con variedades de chocolate, aromas, gustos, etc.
4) El local es sencillo, pero funcional y maravilloso. ¿Es una cafetería? No. ¿Es una pastelería? No. ¿Es una chocolatería? Sí. ¿Al uso? Para nada.
5) No es solo que puedas encontrar variedades de chocolate que no sabías ni que existían: es que además el maestro chocolatero se tira meses fuera de España aprendiendo cosas nuevas y visitando los principales países de chocolate, con la intención de traerse la mejor materia prima.
6) Con la mejor materia prima, el dueño experimenta de lo lindo, creando nuevas cosas.
7) Con cada nueva creación, nuevo viaje y nueva variedad; la carta cambia y se actualiza. Así que lo que encuentres esta temporada, puede ser que no esté allí la próxima, haciendo que visitarlo sea una nueva experiencia cada poco tiempo.
8) No es especialmente caro (tampoco barato) pero es muy gozoso. Si medimos por calidad/​precio, el establecimiento se lleva un 10. Si lo hacemos por gozo/​precio, un 20.
9) Es ideal para llevar a una cita, porque no todo el mundo en Sevilla lo conoce.
10) Vas a querer volver según te estés marchando.
Y la recomendación: ve a probarlo, a la de ya. Incluso si te tienes que coger un AVE esta misma tarde por tal de hacerlo.

No es una chocolatería. No es una cafetería. Para mi, este lugar tiene un encantó especial porque voy a vivir experiencias de chocolate.
Su dueño viaja constantemente alrededor del mundo para descubrir especias y combinaciones y tipos de chocolate diferente. Normalmente charla con los aldeanos para conocer las recetas originales.
Su proceso creativo termina en Sevilla donde comienza a darle vida a todos los ingredientes. Y la verdad es que es una maravilla.
Vale la pena escuchar la historia y el contexto de cada receta. Ya te digo, no es una chocolatería, es un lugar para disfrutar del chocolate de una manera diferente.
Cada… Postre? Normalmente combina sabores y texturas diferentes. La magia es que en boca sentirás cada una de ellas. Como sí estuvieras catando un vino y vas descubriendo cada una de las notas y taninos.
Es un lugar alucinante.

Ocumare es un sitio muy especial, de los que probablemente sea difícil encontrar en otra parte del mundo, porque la pasión de su dueño lo hace único. Es un templo erigido para venerar al cacao y sólo está abierto por las tardes en invierno, ya que el resto del año el dueño está viajando e investigando para conocer más y más del cacao y ofrecer cada año unas especialidades más sorprendentes.
El primer consejo es que escuches al dueño mientras te explica toda la carta. Pidas lo que pidas, merece la pena escuchar el cariño que pone, y las cosas que se hacen con esa pasión no puede más que salir bien. Te sorprenderá saber que el chocolate a la taza si es caliente, como lo tomamos normalmente, pierde muchísimo sabor, por eso allí lo ponen frío. Yo me decanté por un maya, muy especiado y completamente sorprendente. Cada sorbo estaba cargado de una sensación nueva y el cacao, a la vez que intenso, resultaba sorprendentemente ligero. Hay más chocolates a la taza en diferentes texturas, y también puedes tomar alguno de los pasteles que crean. Cada año cambia la carta, y además hay cosas del día. La última vez que estuve probé dos postres diferentes y una cajita con chocolates de diferentes partes del mundo. Aunque hace años esta cajita tenía más variedades, sigue siendo algo muy soprendente.
Es verdad que el precio no es el de una taza de chocolate en cualquier otro sitio, pero es que no estás en otro sitio, estás aquí y la experiencia que estás teniendo es algo único. Merece la pena tanto si eres muy chocolatero como si te apasionan las personas que tienen casi un discurso poético sobre la labor que desempeñan.

Impresionante lugar para probar todo tipo de cacaos traídos por su experto dueño desde los rincones más exóticos del planeta. Si tienes la suerte de caer en una de sus mesas, prepara el paladar (y el bolsillo) porque vas a ser obsequiado con algunos de los sabores más sublimes de la tierra a la vez que ver mermados tus billetes, todo por una causa maravillosa: el chocolate. Va a ser muy difícil que te resistas a sus sabores y colores porque los hay de muchas clases y todos ellos cocinados con un cariño y magia espectaculares. Éramos unos 8 y cada uno se pidió un chocolate diferente, además de una degustación de cacaos en tableta y un postre hecho con la misma delicia oscura, claro. Si pensáis que no habíamos comido antes, no es así, lo hicimos y muy bien.
Lo primero que nos impactó es que el chocolate en taza se sirviera frío ¿einnn? Pues sí, amigos, primera lección: si lo calientas pierde sus propiedades. La verdad es que el dueño nos contó con paciencia y amabilidad que su pasión por este manjar de dioses le llevó a crear Ocumare y dedicarse a la búsqueda de los cacaos más maravillosos por todo el mundo, lo que no entendí muy bien es ¡cómo podía estar tan delgadito! Yo creo que si ocupara su lugar sería una morsa andante y no tendría dientes de tanto chocolate, si bien no los azucara en exceso, y a lo mejor lo que tendría es síndrome del chocolate o excitación permanente.
El caso es que cada uno pidió una clase (azteca, maya y otros nombres que no puedo recordar aunque sí mis papilas que se activan ipso facto) y compartimos un poco para probarlos todos. Yo acerté, era una mezcla de tres chocos diferentes y puros que me volvieron loca, literal. Probé todo y repetí de varios, me puse morada y aunque luego me sentí un poquito mal por la panzada ingerida ¿qué va? No voy a Sevilla ni a Ocumare todos los días así que ¡viva el cacao!
Disfrutamos muchísimo y creo que es uno de los pocos placeres que te pueden hacer sentir tan bien por tan poco ¡hasta barato me parece! No pongo más estrellas porque evidentemente no hay, pero merece las que se le pueden dar.

Después de estar estudiando Arte Dramático cuatro años al lado de este local, un día nos decidimos a entrar a probar suerte. Fue un total acierto, los chocolates están todos elaborados con un gusto exquisito, una presentación que da mucha penita comérselos ya que parecen obras de arte contemporáneo, pero la singularidad de su dueño creo que es lo que hace que este local tenga el éxito que tiene. Es un tipo enamorado de lo que hace y muy comprometido socialmente con los países y las culturas en las que investiga, ya en África, ya Sudamérica… para traer los mejores ingredientes para sus creaciones culinarias. Es una delicia escucharlo hablar de cada uno de los puntos de la carta, describe al milímetro cada detalle de cada chocolate y te recomienda cuál es la mejor elección de dulces para cada té o cada chocolate.
Un lugar muy tranquilo, y muy acogedor. Y sobre todo, para los amantes del chocolate.

Tuve conocimiento de este negocio hace ya muchos años, a través de un amigo que me contaba cómo una tarde se le antojó chocolate caliente con churros y por diversos azares del destino acabó aquí. Él describía el lugar como algo bizarro y extraño, pero yo sabía que antes o después Ocumare y yo estábamos destinados a encontrarnos y que ese momento sería apoteósico. Lo que le pasó a mi amigo es comparable a tener ganas de ver una peli de Pajares y Esteso y acabar viendo una de Godard.
Y es que este no es un sitio para todos los públicos; este es un sitio muy recomendable si eres un enfermo del chocolate. Si no sientes auténtica debilidad por él es mejor ni pasarse porque saldrás con la sensación de haber sido vilmente estafado.
Porque barato no es. Pero como adicto chocolatero y amante del cacao que soy afirmo que merece la pena. Y que pienso repetir una y otra vez aunque me deje un mango en cada visita.
Lo cierto es que la primera dificultad que ofrece el local es su recóndita ubicación. Es cierto que está en el centro, pero está en un rincón muy escondido. De hecho me he pasado años queriendo ir y no lo he hecho porque las indicaciones que me daban acerca de su paradero eran confusas y contradictorias. Luego además cuenta con un horario de apertura muy reducido que se limita a los sábados, domingos y festivos de 16:00 a 21:00. Y además no abre en verano. Pero insisto, merece la pena.
El local es pequeño pero muy agradable, con un mobiliario de madera muy coqueto y cuidado. El propietario además de toma muchas molestias en explicar la oferta que tienen y aporta un aire místico sacerdotal al asunto. Porque el hombre es un apasionado de su trabajo. Y luego el chocolate. Yo tomé un Xocoalt, que es una crema fría con espuma de chocolate dominicano que madre mía… sólo por tomarlo merece la pena estar vivo. Lo tomé a pequeñas cucharaditas, dejando que el chocolate se derritiera en mi boca… ¡el mero recuerdo de aquello hace que mis papilas palpiten de placer! Me costó 8 euros el vaso, pero creo que nunca he pagado tan a gusto. Sin duda, volveré.
Para los no tan chocolateros, apuntar también cuentan con una muy interesante y selecta oferta de tés y cafés, a precios más asequibles, eso sí.

Uno de mis sitios favoritos, sin exagerar, del mundo entero. Cinco soles como cinco estrellas para Ocumare.
Aquí se nota que lo que hacen lo hacen con amor y con pasión, con delicadeza, con fundamente y dedicados en cuerpo y alma a proporcionar experiencias sublimes en tonos chocolate, eso sí, siempre frío. ¿Y por qué frío? pues esta es una de las preguntas que podrás hacerle a su maestro chocolatero que sin duda alguna te explicará de buena gana el origen y los por qué de cada uno de los chocolates que puedes disfrutar y de los postres con los que llena la carta.
Este lugar es un orgasmo para las papilas gustativas, una brutalidad de repostería exclusiva en chocolate cuyos horarios –abren poco, en fines de semana y sólo durante el invierno– lo convierten en un templo deseado y perseguido.
Mil felicitaciones y mil gracias a los propietarios de este lugar. Es una maravilla.

Donde hay cacao hay vida.
Así reza la página principal de la web de este sitio tan singular.
Lo del Ocumare hasta hace muy poco para mí era un auténtico misterio.
No me hacían más que llegar recomendaciones de este sitio, y muy buenas por cierto, pero poder disfrutar de esta chocolatería no fue nada fácil.
Mi compañero de piso, una tarde llegó a casa y dijo, ¡Lola por fin! Había podido llegar al sitio, y no sólo eso, estaba abierto, entró, pilló mesa, y encima pudo disfrutar de una taza de chocolate.
No sabéis lo que me costó conseguir esto. Días y días fui y me quedé con las ganas. Los horarios son a prueba de fidelidad. Muy raros, abre poco. Entre mis amigos lo llamamos el «templo de chocolate», un templo chico pero muy coqueto. El personal es muy amable y no dudan en explicarte el origen, y las características de cada tipo de chocolate.
Se nota cuando algo se hace por «amor», se hace bien, muy bien.
El chocolate se toma en pequeñas porciones, en mini-​tablas que combinan perfectamente los sabores y ha de tomarse en orden (de más suave a más amargo, o líquido, templado, frío)
Muy cerca de la Alameda, en los fines de semana se convierte en una muy buena alternativa.

Plano en mano conseguimos dar con la calle y el número de la chocolatería. Una conversación el día de antes nos había llevado hasta la puerta de este negocio que desde el principio se antojaba singular. Carmela, cocinera de profesión, nos lo había recomendado encarecidamente, como si nos estuviera pidiendo un favor sabiendo que era ella la que nos hacía el favor a nosotros con tal recomendación, sabiendo que estaríamos eternamente agradecidos a nosotros mismos por haber escuchado su consejo y haber puesto el pie en aquel lugar sin clasificación posible.
El local era pequeño, como advertimos a través de sus ventanales, y como pudimos comprobar una vez tomamos asiento. La espalda se respaldaba en alguna espalda ajena. La emoción de la primera vez barnizaba el detalle de tener que compartir tu espacio vital con otros. Cuando estuvimos todos sentado, se nos acercó el dueño y nos dio la bienvenida. Lo hacía personalmente con todos los clientes que se acercaban por allí con las ganas de descubrir un nuevo concepto de chocolatería, lejos de la imagen de churros y vaso de plástico de cumpleaños hirviendo. Su discurso nos trasladó a África, Sri Lanka, nos habló de Brasil y México, de cuando los Aztecas bebían su «oro líquido». Este viaje ya había merecido la pena.

Ocumare es un sitio imprescindible para todas aquellas personas que de una forma u otra sienten debilidad por el chocolate, y también para todas aquellas que sin sentirlo quieren experimentar una forma diferente de saborear un delicioso chocolate.
El viernes a última hora de la tarde yo y mi paladar tuvimos nuestra primera experiencia (primera de muchas intuyo) en Ocumare con un chocolate de espuma de porcelana, y mi piel aun se pone de gallina cada vez que recuerda esas texturas.
Ocumare es un sitio superespecializado en chocolate de diferentes procedencias, el dueño y el camarero, que están al frente del negocio, te darán una clase magistral sobre cada una de las combinaciones de la carta, cada uno de los chocolates tiene una formulación diferente, un origen diferente y una combinación diferente, líquido, denso, en espuma, emulsionado con coco, con especias, etc. Es una autentica locura.
El horario de atención al publico del local es muy reducido, pues solo abre sábados, domingos y festivos de 16 a 21h.