Sierri

Este es un negocio de toda la vida de Bami.
El barrio ha visto, y sigue viendo, cómo sus dueños, tanto ella como él, han ido envejeciendo con el puesto de chuches; y cómo sus hijas se han ido haciendo mayores, y de jugar al elástico, y a la comba, a la puerta del kiosco de sus padres, han pasado, en un plis plas, como quien dice, a casarse y tener su propia familia; y cómo esos nietos han ido creciendo, y de coger unas chuches «prestadas» del negocio del abuelo, diabluras de chavalín, ya casi están ayudando a atender a esa clientela, también cambiante y envejecida, que ha ido creciendo al tiempo en que el hospital se modernizaba.
El hospital sí ha sufrido algún lavaíto de cara, pero este Kiosco Sierri, sigue con el mismo mostrador, y algunas de las vitrinas con los que empezó vendiendo chuches allá por los setenta.
En lo referente a la oferta, sí se han actualizado, ya que aquí puedes recargar el móvil, y el bonobús.
Pero es muy peligroso entrar. Yo he entrado, inocente, a comprar pan, y por arte de magia, han aparecido mis hijos, o mis sobrinos, o el niño de mi mejor amigo, y me han hecho que les pague una vueltecita en el caballito-​ciervo que hay en la puerta, y otra más porque ha sido muy corta, y me han hecho comprar chuches, y helados, y juguetes, juguetes muy baratos, sí, y que dibujan una enorme sonrisa en los chiquillos, correcto, pero es que entre una cosa y otra me he dejado medio sueldo aquí.
Este kiosco-​vivienda –los dueños viven ahí-​, se merece un reconocimiento por los sueños prestados a los padres y a los niños que, por la razón que sea, han ido creciendo a la vera del hospital.