En el paseo junto a la estación de tren de Silla, la de esta heladería es una de las mayores terrazas que pueblan la enorme explanada, sin embargo nunca he llegado a sentarme allí. No sé pues cómo será el servicio en mesa, pero la atención en el local es una de las patas que le cojean estrepitosamente. He ido varias veces y las últimas incluso me he planteado irme a otro lugar –teniendo en cuenta que en la misma acera hay por lo menos cuatro sitios similares más– por no volver a caer en la antipatía y mala educación de algunos de los camareros. Pero es la calidad de sus helados lo que, muy a mi pesar, me hace ceder siempre y volver. La marca Jijonenca que les da nombre y toldo no está puesta sin razón. Muchísima variedad y sabores riquísimos rematados por unos precios que parecen de risa si volvemos a tener en cuenta la marca; quizá sea cosa de no estar en la capital, donde el mismo tamaño de cucurucho o tarrina puede subirte fácilmente al doble, pero aquí por sólo 3 € te llevas el tamaño de barquillo más grande, con capacidad para albergar la compra semanal de una familia numerosa. Mi último hallazgo ha sido, sin perder el clásico inamovible de MI bola de avellanas, añadirle una segunda bola de helado de Conguitos. Acabo de resucitar. Estoy bien, gracias.