En primer lugar, decir que si tuviera que guiarme por el servicio y la experiencia, hubiera puesto 2 estrellas solamente, por lo que comentaré a continuación. Pero he decidido centrarme en la calidad de la cocina, de ahí las 4 estrellas. Este restaurante es uno de los más exclusivos de la zona, situado en la Playa de El Portet(Moraira), en una casita típica de la zona, con unas vistas inmejorables de la costa alicantina y del Peñón de Ifach. Suelen frecuentarlo muchos turistas extranjeros, y después de haber cenado ahí ya me queda claro que por desgracia en toda esta zona se preocupan más por satisfacer a los extranjeros que a los españoles… Este verano cogimos reserva para cenar, y al llegar, en vista de que(parecía que) iba a ponerse a llover en cualquier momento, preguntamos si podíamos sentarnos en la mesa que teníamos reservada(terraza, medio tapada por una sombrilla) pero que si se ponía a llover nos podían poner en otra de las muchas mesas que estaban vacías a cubierto. La respuesta fue un «no porque esa es su mesa y las otras las tengo reservadas». Entonces, qué pasa que en un restaurante de no menos de 50 € or mcabeza, si empieza a llover vas a dejar que me chope mientras ceno? No puedes meterme dentro del restaurante aunque sea? Nos dieron a elegir entre esa mesa en la que podíamos acabar nadando y otra cubierta, pero sin vistas(habiendo, repito, otras mesas vacías, con vistas) Para terminar la historia, para cuando habíamos acabado de cenar(12 de la noche aprox), esas mesas seguían vacías, con lo que podríamos haber perfectamente cenado en la terraza y cambiarnos a otra si era necesario. Una pena porque este hecho ya emborronó la cena y la experiencia global. En cuanto a la cena, ofreceen menú degustación(2 tipos) y carta. Elegimos de la carta porque las opciones del menú no nos convencían. Como entrantes, las vieiras y el trío de tartares de pescado, muy buenos ambos. Sobre todo las vieiras, espectaculares. Como platos principales, taco de atún rojo, perfectamente elaborado, en su punto, y rape, también muy rico. El postre fue una copa de mousse de chocolate con frambuesas que quitaba el ‘sentío’. Menos mal que para entonces y una botella de vino blanco de por medio, no estábamos lo suficientemente atufados como para quejarnos al maitre por lo del principio… ¡Ahora me arrepiento!