Como su propio nombre indica, en este restaurante puedes comer en una terraza con vistas al mar. Más allá de eso, el servicio es correcto, los entrantes vulgares y el caldero francamente mejorable. Destacar que la accesibilidad es NULA: sillas de ruedas y carritos infantiles deberán sortean sietes escalones como siete soles sin que el personal se inmute lo más mínimo. Sin embargo su ubicación y una carta más o menos versátil le hace uno de los sitios más transitados de La Torre de la Horadada.