Oficina de Correos

Bueno, CORREOS. Así, CORREOS. Creo que las valoraciones de las oficinas dependen un poco de las personas que trabajen centro.
El cartero es lo más. Más majo que las pesetas. Te saluda siempre que te ve por la calle con su carrito tan feliz; y tan feliz es, que si me en la terracita del barrio tomándome una caña, me da el paquete y no me deja papelito (que se lo agradezco infinito porque es una castaña pilonga).
Cuando no nos encontramos, obviamente, me toca ir.
Allí atienden dos chicas, y yo rezo en turco-​chipriota porque no me toque la «regañona». La verdad es que la mujer trabaja bien, debe ser su tono de voz, pero parece que siempre te está echando la bronca.
La otra chica, siempre tiene una sonrisa en la cara (igual ya se ha acostumbrado a las «regañinas»).
El caso es que esta semana me dejaron un aviso y cuando fui, me habían perdido el paquete. What disgusto!
Me atendió la chica feliz. La pobre desesperada (parecía incluso sentirse culpable). Buscaba y buscaba y allí no había nada. Al final, la «regañona» decidió ayudarla. Oye, que tía, qué eficacia. Cogió el teléfono y empezó a llamar a todas las oficinas. Movió Roma con Santiago. Como yo tenía un poquillo de prisa, me fotocopiaron el aviso y se quedaron mi número. Al día siguiente me llamaron: habían encontrado mi paquete.
Así que, queridos, en Correos nunca se sabe