Abanicos Carbonell

Cinco generaciones familiares han llevado este negocio a convertirse en uno de los más tradicionales de la ciudad. Tienen una pequeña tienda-​taller en el centro de Valencia, junto a la calle Ruzafa a la altura de la Gran Vía, y transmiten el arte de hacer abanicos de padres a hijos. Nada más entrar te das cuenta de lo que significa para ellos su trabajo, porque te explican cada detalle y saben quién, como y por qué pintó cda uno de ellos.
La tienda es preciosa, su escaparate ya te da una muestra de lo que su interior esconde: belleza y arte. Dentro tienen numerosas piezas expuestas (todas únicas) de los más diversos tamaños y materiales. Yo iba buscando un abanico para regalar a una amiga extranjera y pregunté a la chica para que me explicara un poco lo que tenía y qué me podía acoplar. Lo primero que hizo fue preguntarme amablemente por mi presupuesto, le dije que unos 20 – 25 euros y me sacó un cajón enorme lleno de abanicos (que tenían una pequeñísima tara inapreciable) de diversos colores. Sus precios rondaban entre los 18 y los 35 euros, perfecto. Había muchísimos, así que tuve que pedirle consejo. ¡Eran preciosos todos!
Mientras me decidía por uno (con su ayuda) me contaba quién lo había pintado, que ya había fallecido y trabajaba con ellos de toda la vida. Ella misma también se dedicaba a hacer abanicos, y que había aprendido el oficio de sus padres y abuelos, qué bonito. Lo malo de la historia es que me dijo que la gente ya no aprecia demasiado el hecho de que estén pintados y hechos a mano y las ventas con la dichosa crisis habían caído muchísimo. Espero que este comentario sirva para que mucha gente descubra esta tienda, porque merece una visita tanto si eres de aquí como de fuera y si estáis buscando un regalo original y bonito ¡tienen de todos los precios!
En una de las paredes había un abanico enorme expuesto con una escena costumbrista y la chica me contó toda su historia, desde luego salí encantada con el trato y con todo lo que aprendí. Tenía claro que quería un regalo auténtico y único, pero lo que me llevé fue mucho más. Sin duda, pienso volver a por alguna otra de sus maravillosas piezas. Un detalle que me encantó fue que, además de envolverme el abanico con dedicación, tienen folletos en castellano e inglés donde explican el orígen del negocio, qué es un abanico, cómo los hacen y decoran etc. Así cuando lo regalas también añades un poco de historia y tradición de este bonito negocio al presente.

Cuando era pequeña, acompañaba a mi abuela a misa porque me daba 25 pesetas. Ella se ponía su traje de los domingos, sus zapatos de tacón, su bolso negro, y siempre daba un par de vueltas por toda la casa buscando su abanico. Era normal que no lo encontrara, siempre lo escondíamos por algún sitio mientras jugábamos a los mosqueteros y a la malísima Mylady. Ella se enfadaba mucho, aunque no le servía de nada, porque en cuanto el abanico volvía a casa, ya estaba listo para caer otra vez en nuestras redes. El motivo por el que se enfadaba es porque su abanico era para ella algo así como un signo de status, humilde y modesto, pero status al fin y al cabo. Mientras vivió siempre supo quién heredaría su abanico.
A mí me gustan esas historias que hablan de un lenguaje secreto entre damas y señores, para el que se utilizan discretamente los abanicos, la forma de abrirlos y cerrarlos, el modo en que se oculta un rostro…
Sin embargo yo no compré mi abanico por ninguno de estos motivos tan cortesanos. Tampoco para llevarlo a misa, como mi abuela. Aunque parezca mentira, necesitaba un abanico rojo para practicar taichi. Sí, sí, rojo, tenía que ser rojo, no sé muy bien por qué, algo de las energías creo. Lo cierto es que la tabla quedaba mucho mejor cuando el abanico de caña, que abre mejor, era rojo y lo habríamos todos fácilmente, dejando que se deslizara, límpiamente y a la vez.

Mi abuela es andaluza, y como buena andaluza el uso del abanico lo tiene arraigado hasta la extenuación de un alma de sangre caliente.
Conozco Carbonell, esta tienda, desde que era pequeño, recuerdo coger el autobús y pasar por el centro de Valencia, bajarme frente a la plaza de toros y entrar en esta tienda con mi abuela. Curiosamente, al entrar, la saludaban con mucha amabilidad, cariño y cercanía, yo tenía 4 ó 5 años, no más, y mis recuerdos son difusos de aquella época.
Pasó el tiempo y me hice adulto, y desde siempre, en verano, recuerdo a mi abuela abanicándose, dándose aire con este artículo tan genuinamente español.
El otro día paseando, de pronto me metí en la calle Castellón, y sin darme cuenta mis pies me llevaron frente al escaparate, que está igual que hace 30 años, y el recuerdo de mi abuela y mío, me saltó de forma palpitante a ese momento presente. No lo dudé, crucé la puerta, entré, y le compré un abanico para su cumpleaños, elegí uno súper chulo, por supuesto, artesanal, por supuesto pintado a mano, de madera de peral pulida, montada con tela de algodón, serigrafiado en negro, y por supuesto con un motivo de patio andaluz.
La semana pasada celebramos su cumpleaños, 85 años, y cuando abrió la cajita donde venía, no pudo más que emocionarse, y se le escapó alguna que otra lagrimilla… Fue feliz, y yo me alegré de que lo fuera.
Carbonell es la mejor tienda de abanicos de Valencia, es una afirmación categórica, subjetiva, y pasional, pero también, es una afirmación objetiva y racional.
Muy recomendable.

Como siempre hay ‘un roto pa un descosío’ o ‘para gustos colores’, seguro que, igual que hay gente que disfruta comprando ropa, también la hay cuyo placer sea coleccionar abanicos o, simplemente, abanicarse y lucir palmito, además de los buenos, en cualquier evento comprendido en los meses de verano, que es cuando más aire se le da a este instrumento.
Detrás de la plaza de toros de Valencia sigue estando esta casa, la Fábrica de abanicos Carbonell, que ya va por su cuarta generación y que también, junto con otro de los comercios que tiene al ladito, serían de los primeros en instalarse en esa céntrica calle.
Si buscas regalar, comprar, coleccionar o simplemente curiosear en este peculiar mundo de los abanicos, en esta casa puedes ver un gran catálogo (también por internet) de varios precios y tipos de madera y acabado. Todo artesanal, por supuesto. Incluso, si es que ya tienes un abanico de calidad y quisieras restaurarlo, esta cuarta generación Carbonell también te da la posibilidad.
Siempre es un gusto saber que existen tiendas pequeñas, quizá orientadas a un grupo minoritario, pero que, pese a todo, siguen combatiendo por tener su lugar en el mundo.
Una vez comprado el abanico el siguiente paso será indagar sobre el lenguaje de los mismos. Otro universo.