¿Os imagináis un bar con un tamaño similar al recibidor de vuestra casa? Pues ese, más o memos, es el Parque. En su interior apenas encontrarás lugar para ver la barra y acceder a los servicios, pero el gran secreto de este lugar es la combinación de dos factores clave: la cocina y la terraza. De la primera, refiriéndome a todo lo que puedes probar allí, no al espacio material en sí, puedes esperar cualquier cosa. Los camareros, de cabeza, te enumerarán todos y cada uno de los platos, en plan tapa o ración, que caracterizan a los bares más preciados de estas latitudes, empezando, cómo no, por esas bravas que tanto nos gustan… Calamares, sepia, morro, boquerones, ensaladilla, y así, un infinito listado. Incluso en temporada, clóchinas. Aprovecha, que ya es su tiempo!!! De la segunda, diré que es realmente el espacio donde poder disfrutar de este bar. Se trata en verdad de la acera que circunda al parque del que toma el nombre, así que no te extrañe que tu bebida tarde porque a lo mejor se la pediste a un transeúnte, o que tu puntilla se la estén comiendo los niños de los columpios, porque la interceptaron en una incursión desde su distraído territorio. Que sí, que sí… que el Parque es un lugar ameno y vinculado a un espacio frecuentado por esas pequeñas fierecillas que tanta alegría nos dan, así que es también perfecto para acudir con los churumbeles y verlos disfrutar a una cómoda distancia mientras un fresquito oro líquido acompaña a unos aperitivos de excepción. Yo lo tengo claro. Cuando el calorcito aprieta, un picoteo a la sombra de los árboles en este más que recomendable bar es una de las mejores opciones para disfrutar del barrio. ¡Anímate! A lo mejor te acaba gustando el parque, aunque vayas sin niños, y tras el aperitivo te haces unas rondas de tobogán…