Conocí este local el pasado mes de agosto. Había quedado con una amiga para ir a comer a otro sitio, pero estaba cerrado. Intentamos ir a otro, pero también estaba cerrado. así, a la tercera… ¡fue la vencida! Nos detuvimos ante esta bocadillería(tal y como reza en uno de sus toldos) ya hartos de caminar y sudar. Vimos la atrayente terracita y un menú barato y nos sentamos. He de decir que todavía recuerdo el arroz al horno que comí(por lo bueno que estaba, no por otra cosa). A ello hay que unir la agradabilísima sonrisa de la camarera. Eso no se paga con dinero. Bueno, en realidad sí se puede. Con propina. La gracia del asunto es que conocí un lugar en el que la especialidad son los bocadillos por un menú de mediodía. Pero, ya sabéis, todo pasa por algo.
María P.
Rating des Ortes: 4 Valencia
Este local tuvo un gran tirón en la fecha de su apertura, allá por los 90, ya que se trataba de un negocio que no era muy común entonces, y menos en un entorno de barrio: una bocadillería. Este dato le da cierto perfil de «legendario» pero, además de por el simple hecho de su innovación entonces, porque los bocadillos que se sirven son realmente buenos. La carta es bastante completa, sin contar las raciones: unos 30 bocadillos, incluyendo hamburguesas y sándwiches, mención especial para estos últimos. La mención se debe a que el amigo que me llevó me había hablado de lo buenos que estaban; pero, aun así, yo me pedí un bocadillo, pues la variedad era bastante llamativa: además de los clásicos estilo chivito o jamón con tomate, había muchos que incluían ingredientes, como paté o queso roquefort, de lo más tentador. El bocadillo se sirve partido por la mitad y mi primera impresión fue que era algo pequeño. Sin embargo, a medida que lo vas tomando, te das cuenta de que el contenido es generoso y el sabrosísimo pan chapata hace el resto. Pollo, bacon y queso roquefort, ahí dejo mi sugerencia. Sumado a la calidad de la comida, hay que destacar de este lugar la terraza. Situada justo en la esquina formada por dos grandes vías como son la el Carrer de Conca y la Avinguda Pérez Galdós, es un lugar que hace las delicias de los curiosos, pues en sólo una hora se ven pasar cientos de personas saliendo y entrando al barrio. La noche en la que fuimos, sirviendo no había más que una chica, pero la ventanita que hay desde la barra hacia el exterior es muy útil. Quiero añadir que a última hora, cuando entramos a pagar, la chica se encontró con el novio y, sin importar que la estuviéramos viendo perfectamente(estábamos en la barra y ella se salió a la entrada), se pasaron 15 minutos haciéndose arrumacos e ignorando que llevábamos un ratazo esperando a que nos cobrase. Este momento fastidió un poco lo contenta que me había dejado la calidad y el precio de la cena pero, aun así, volveré sin dudar. Que todos tenemos derecho al momento romanticón de la noche.