General Avilés

Menuda paciencia que han tenido y tienen los empleados de esta estación de servicio. La de circos que he visto montados aquí. Todo por el simple hecho de estar justo enfrente de ‘Las cañas’ (lugar de encuentro de camellos). Afortunadamente esa época ya ha pasado a mejor vida y repostar aquí es mucho más seguro.
Eso sí, antes daba un poco de yuyu parar sólo, porque te empezaban a agobiar los inquilinos de ‘Las cañas’. Sin embargo, el buen hacer de los empleados de la gasolinera colaboraban a que el cliente no se encontrara indefenso.
Esta estación de servicio estaba justo al lado de mi trabajo así que era mi punto de referencia para llenar el depósito y, en ocasiones el estómago. A veces, tocaba quedarse a comer y el supermercado de al lado cerraba, así que la gasolinera se convertía en nuestro surtidor alimenticio. Había que coger provisiones en forma de patatas fritas o pizzas precocinadas. Estaba cerca y era rápido.
Uno de esos días de peregrinación para buscar comida, vivimos un momento muy freak. Uno de los inquilinos de ‘Las Cañas’ estaba en la cola delante de nosotros. Recuerdo que llevaba productos bastante excéntricos, pero lo más raro que llevaba en la mano eran siete Calipos de fresa. Era pleno mes de agosto en Valencia. Pagó con un puñado de monedas y la cajera le dijo que no le llegaba para todo. Así, el buen hombre nos pidió pasta. Se la negamos porque íbamos justos y no queríamos renunciar a ninguna patata frita para que el buen hombre se hinchara a Calipos. Así que, dejó el pan, eso es lo que me llamó la atención, y se marchó con sus Calipos descongelados. Cuando dejó el local nos partiamos de risa. Aún hoy, cuando lo recordamos, nos preguntamos para qué necesitaría tanto helado.