Oquendo

Esta cafetería situada en la esquina entre la calle San Vicente y la calle Vila Barbera destaca principalmente (al menos para mí) por su buen café, potente y con sabor. El espacio interior es minúsculo, apenas caben 3 mesas. Por cierto, siempre estarán ocupadas por unas venerables ancianas. Así que no te queda más remedio que tomártelo en una barra de 1 metro (o menos) o salir a alguna de las mesas de la terraza. Cuando hace buen tiempo es una muy buena opción, pero a partir de ahora ya no es tan agradable.
En cuanto al resto de productos no puedo decir mucho. Al preguntarles a mis hijos las veces que hemos ido se han explicado con un escueto: «esta bueno».
Es una cafetería de barrio que si tienes que hacer gestiones por la zona y quieres tomarte algo rápido es una opción más que valida. Si vas a tomarte un café solo, más todavía.

A quienes digan que estar en el paro no tiene nada de bueno –además de tiempo libre infinito, claro está– yo les diría ‘¡Desayunacos!’. Y es que si algo hemos descubierto en esas mañanas de coger número y esperar, a modo carnicería pero con resultados diferentes, es los desayunacos previos en esta cafetería.
Está en la misma esquina de la calle de la oficina del Servef y, con todo el amor y el calorcito de su pequeño salón –todavía no he vivido el paro en verano, toquemos madera-​, parece decirte «Ya que vas a pasar una mañana de mierda, por lo menos tómate este cafecito y estas tostadas, que por ser tú te lo dejo a 1’90».
No soy precisamente una de esas gargantas obsequiadas con el don de la cata de cafeses, pero sé que éste es uno de los mejores que he probado, que el tamaño del pan de las tostadas no da lástima y que tanto él como ella son muy agradables en el trato. Y, con ese par de cosas, ya me sirve para irme a hacer cola de buena mañana con el estómago contento y la cabeza un poco más alta.

Un sitio para tomar un buen café. Es una pequeñísima cafetería que comparte nombre con el café que ofrece, y que es de los mejores de la zona. A mi me encanta entrar en un sitio y notar enseguida el olor a café recién hecho en el ambiente, y aquí ocurre eso. El local es muy pequeño, apenas seis mesas dentro y tres o cuatro en la terracita exterior, con mobiliario convencional. Es tan pequeño que no hay sitio para dejar las cajas de repuesto que necesitan en la barra, y las tienen a la entrada de los baños, así que no ves las puertas y además casi no puedes pasar… pero, el café es estupendo y ofrecen además bollería y pequeños bocatas para un almuerzo completo. Con el bocata te sirven unas papas y con el café su galletita y su sobre de azúcar original… me encantan los sitios en los que cuidan este tipo de detalles. El camarero que yo conozco (hay varios) es muy simpático y rápidamente se aprende los gustos de los clientes. Una buena cafetería.

La primera cosa que se me ocurre al hablar de esta cafetería es: ¡café de lo bueno!
La ha reformado hace poco, pero creo que se caracteriza más por ser frecuentado por abuelitas para almorzar con sus amigas o merendar por las tardes… aunque la decoración actual haya renovado bastante el ambiente, haciéndolo más moderno y atractivo para la gente más joven, siendo sobre todo súper acogedor y simpático.
Con unos camareros también súper simpáticos, todo eso invita, en mi opinión, a un café calentito o a un té en días de lluvia y en los cuales no nos apetece ir muy lejos de casa, aunque claro está, también tenga una terracita para los fumadores…