Megatlón

Esto sí que es otra cosa. En Adrogué si hay algo que abundan son los gimnasios /​lugares para hacer deporte: sin ir más lejos, hay 4 en un rango de tres cuadras, y ahora vino a sumarse Megatlón a la zona (sí, ahora son 5). Pero qué diferencia con el resto de los gimnasios, por favor.
— Máquinas nuevas, impecables, miles. Nada de tener que hacer fila para poder usar una, ni turnarse.
— Salón de spinning gigante: ya estaba cansada de tener que olerle la cola al de la bici de adelante, o de tener que alternarse cuando hacés flexiones arriba de la bicicleta, cuando el otro sube yo bajo, y viceversa, para no chocarnos con los codos. Este salón es tres veces más grande que los otros tres que conozco. Tiene aire acondicionado, y el profesor tiene un micrófono para no tener que andar gritando y asegurarse de que los del fondo escuchen.
— Área de musculación. La descripción es obvia.
— Área «aeróbica». Acá están las miles de cintas, bicis, elípticos, etc.
— Área de entrenamiento funcional. La amo. Conitos, pesitas de todo tipo, colchonetas, steps, y hacen clases grupales pero bastante personalizadas, intensivas, de media hora.
— Salón de baile. Acá hacen los distintos tipos de baile, stretching, etc. Un lugar cerrado para no mezclar las músicas con las del gimnasio, y lleno de espejos.
Hay personal de limpieza que CONSTANTEMENTE está repasando las colchonetas, que se divinden en limpias y sucias. Esto me parece un detalle genial, que evita que tengas que acostarte sobre la transpiración del que la usó previamente. También hay dispensers de agua por varios puntos del gimnasio.
El baño es impecable, limpio, amplio, tiene secador de pelo, balanza, lockers de uso diario gratuito (tenés que llevar tu propio candado).
Los profesores son macanudísimos (bueno, como suelen serlo generalmente en este tipo de lugares), también lo es el chico de recepción. Debajo del gym hay un estacionamiento –pago, pero sumamente barato– y sé que están trabajando para ver de lograr alguna promo para los socios.
Lo malo: al lado del gym está «lo de Carlitos» y otro restaurant /​casa de té sumamente engordantes, por los que trato de pasar rápido y sin mirar cada vez que voy.
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