Este lugar es un mundo aparte, especialmente porque desde afuera es sólo una casa más de barrio. Es que es eso, una familia que decidió abrir las puertas de su hogar para ser un restaurant, pero en el interior sigue teniendo los mismos espacios y muebles de antes. El negocio es enorme: tiene un patio, distintos cuartos y un jardín muy extenso que termina con una huerta muy variada. ¡Hasta tiene barra propia en el jardín! En todos estos lugares se puede comer porque en todos hay mesas y sillas. Se terminan armando pequeños ambientes para disfrutar la comida y en cada uno tenés distintos grados de intimidad según la cantidad de personas que haya, si te toca en un sillón en el patio o en unas reposeras de madera en el jardín. La comida la preparan los distintos hijos del matrimonio y todos se encargan de llevarla a las mesas. La describen con tanto entusiasmo que se hace difícil elegir qué comer. Detalle de color: a los dueños les gusta mucho mucho charlar con los comensales.