el Resto Del Vivero

Queriendo darle sin éxito la bienvenida al barrio a Antares de Caballito, llegué a El Resto del Vivero. A sólo 3 cuadras de Antares que fue imposible entrar estaba este restaurante. De afuera no te das cuenta que es un restaurante sólo si vas caminando por la cuadra de enfrente que al ver hacia arriba ves que tiene en la pared escrito el nombre. Sino parece un salón de fiestas, porque al llegar es una puerta chica que debés subir escaleras, tocar un timbre y pasar. Esto lo hace ya distinto. Como ir a comer a la casa de alguien.
El lugar es super cálido, acogedor. No sé cuantas horas estuve porque el ambiente es tranquilo, te atienden bien y la comida es tan rica que la comés despacio.
La carte incluye para tomar de todo (vinos blancos, tintos, rosados, cervezas varias, gaseosas, tragos, etc) Para comer entradas, tablas, picadas, ensaladas, pizzas y los platos de autor. En esta sección me quedé porque todos los platos eran tentadores. Pedí lomo al Stroganoff con timbal de arroz pilaf y mi amigo salmón con verduras en salsa cítrica que le robé de su plato porque no resistí la tentación. El postre de brownie si estuvo flojo. Lo demás un 10! Volveré seguro. Al final lo que parecía ser un premio consuelo de la salida del sábado superó a la idea inicial. Que bueno que en el barrio haya lugares así.

Llegué a este lugar con mucha expectativa y un poco me decepcionó, capaz fue un mal día o algo por el estilo.
Esta ubicado en el primer piso de un vivero, siempre me llamó la atención la hermosa escalera y los lindos carteles. El lugar por dentro es bellísimo: hay mesitas, sillones, una barra larga y mesas que dan a una especie de patio. Es una casa remodelada y, por eso, respeta la división de los ambientes.
Fuimos a la tarde con dos compañeros de la facultad. Tardaron un montón en traer la carta aunque nos vinieron entrar y buscar lugar. A la hora de pedir, los tres elegimos meriendas distintas. SORPRESA! no tenían nada: ni medialunas, ni muffins, ni cookies, ni variedad de budines. Terminamos eligiendo tostadas, licuado, café y un budín de nuez que estaba duro :(. Las tostadas estaban impresionantes, el concepto de lágrima no lo entendieron y el jugo estaba caliente.
Es un lugar tranquisilimo y, generalmente, es frecuentado por gente de la facultad que tiene que hacer tiempo y profesores para algún tipo de reunión. La atención, como verán, deja mucho que desear. Los precios de las meriendas van acordes a lo que ofrecen, los del almuerzo/​picadas/​snacks me parece que no (dos mujeres en la mesa de al lado pidieron papas fritas y llegó a la mesa una COMPOTERA –donde sirven el helado– pero con cinco papas).
Me parece que es un lugar para tomar café y nada más.

El restó del Vivero queda en una de las avenidas más paquetas de caballito, como es Pedro Goyena. Todo ahí son árboles y edificios mononos.
Se puede ir a comer al mediodía un menú tranqui, muuuyyy tranqui y por muy poca guita. Por $ 115 Comés con bebida, postre y café. No, no es «o café». Es Y CAFÉ.
La carta va cambiando, la comida tiene un tinte medio naturista (las papas son rústicas, hay pescado, la milanesa no viene ensopada en aceite). La atención es genial.
Da para ir a comer solo, mucha gente lo hace ahí. Van profesores de los colegios cercanos y otras personas.
Mesitas lindas, música copada y las ventanas abiertas del lugar invitan a pasar un buen rato y comer rico y sencillo por muy poca plata sobre una de las avenidas más caras de buenos aires, mientras escuchás susurrar el follaje de los centenares de ábroles sobre la avenida.
No te lo pierdas.

Excelente opción. Acogedor, muy bien ambientado y cuenta con un menú amplio e interesante. Las papas rústicas con hongos son un must.

Di vi no.
Muy lindo y acogedor, tranquilo. Una isla.
Con un menú del día para elegir entre varios platos que constaba de plato principal, bebida y postre y rondaba los 100, 115 pesos.
Pedimos una milanesa a la napolitana con papas que era casi idéntica a la que hace mamá: caserísima. Y las papas con cáscara, recién hechas, muy ricas. Y también pedimos una césar con pollo que tenía todo el sabor que espero en esa ensalada.
La atención es muy amena, aceptan algunas tarjetas (maestro y máster) y para el resto del menú hay descuentos con YPF y algunos más.
No dejen de ir!

El resto del vivero es una joyita escondida del 1er piso !!
Vitreaux, mesitas de madera, ambiente calido, buena atención…
En lo personal siempre tome un cafecito o meriendas, dado que lo frecuento por tener la Universidad a la vuelta.
Pero me sobran ganas de probar sus picadas, platos de autor etc. también tienen lo tipico, pastas, sandwiches, woks, carnes, ensaladas. etc
Es un restaurant pequeño pero enorme en cuanto a su servicio.
Detalle !! Hacen cookies artesanales para llevar.
Y lo mas de lo MAS… son parte de la movida CAFE PENDIENTE esa en que le pagas una bebida caliente a una persona que no se lo puede pagar. AMO

La tarjeta es sólo MasterCard y tienen promoción con serviclub del 20%. El lugar es cálido e ideal para una charla con amigos o en pareja. La atención es muy buena.
Ideal para meriendas y desayunos.
Suelen tener especiales del dia muy variados y por lo gral siempre bien servido.
Un buen lugar, recomendable.

El Resto del vivero queda arriba de un vivero de hace ya unos cuantos años (ahora está siendo reformado). La idea es buena, pusieron un bar/​restaurante hermoso en la parte de arriba. El lugar es una casa de las antiguas con techos altos y una escalera en la entrada.
Adentro hay un mobiliario hermoso y no uniforme (y o hicieron mucho antes que Starbucks!!). En la parte de adelante una barra grande con una ventana (un pasador) que conecta con la cocina.
En este lugar se respira súper tranquilidad. El café y el té es decente. Hay varios platos originales y si les gusta lo vegetariano, prueben la hamburguesa de quinoa que está súper bien.
Los precios son accesibles y venden cerveza de litro así que si estás por puan y salís a la tardecita es ideal para un aftercito con amigos.

Ubicado en el primer piso de un vivero, su nombre se explica sólo. Si bien es un lugar en el que pasé mucho tiempo, todavía no me queda claro si la experiencia fue mayormente positiva o todo lo contrario, así que trataré de ser lo más objetiva posible (si es que existe algo así como la objetividad a la hora de hablar de experiencias).
El lugar es un edificio antiguo remodelado. Son dos salones principales, conectados entre sí, que dan al frente. Los dos son oscuros, pero están bien puestos. Al fondo hay un salón más chico con una mesa grande, ideal para grupos. Este último sí es luminoso. Casi por demás porque dependiendo la hora del día te puede dar el sol de lleno.
La carta tiene algunas opciones interesantes con precios accesibles, aunque no baratos. Pero lo mejor es pedir papas rústicas para acompañar la cerveza.
El trato es… raro. A veces amigable (casi demasiado) otras con un dejo de enojo, siempre bastante desprolijo. Y el baño, si podés, evitalo.