Mar Azul

Mar Azul influyó tanto en mí que cuando me nombran la calle Tucumán esta cafetería siempre viene a mi mente.
Fui un sábado a la mañana a desayunar y ya había algo de movimiento. El target de aquí es muy amplio y es lo que más me gusta: parejas, jóvenes solos, matrimonios, personas mayores, etc; nunca vi un niño pero sólo porque los padres saben que aquí no deben traerlos. El ambiente es el de un clásico café/​bar notable de la ciudad, entiéndase como que siempre fue así y lo será: fachada y mozo de hace varios años. Me encanta.
Volviendo al desayuno, opté por el café con leche + 3 medialunas. No tomo café pero con leche lo acepto. Muy rico, lo sirven en una taza abundante, no crean que es una taza miniatura. Los precios que tienen son muy accesibles. Volveré para almorzar.

Mi rincón favorito/​de la suerte de buenos aires. Me encanta ir antes de ir al cine, para estudiar, para encontrarme con amigos, o para tener un rato en paz en medio del caos de la ciudad. Los mozos son muy amables siempre y el ambiente es siempre tranquilo; gente grande (particularmente hombres) mirando fútbol o charlando, estudiantes de universidades comiendo tostado con un generoso café con leche. Todo invita a volver una y otra vez. Ojalá viviera más cerca.

No entiendo como nadie comenzó su reseña cantando la canción de Cristián Castro. En fin.
No es un bar «Lindo», así con L mayúscula, pero sí es de esos bares que te invitan a quedarte instalado al lado de uno de esas tantos ventanas y ver pasar gente.
Es un bar «de hombres»; cuando entré no había ni una mujer. Agregaría, también, que es un bar de gente grande. Me pregunto si mi abuelo, que vivía cerca, habrá parado alguna vez en este lugar para jugarse un partido de dominó o discutir de política. Así y todo, incluso con más ganas, me quedé. Tímidamente le pregunté al mozo si tenían wifi y para mí sorpresa sí había. Sobre los mozos: rápidos en los pedidos, experimentados, mozos «de carrera», si es que el término existe. Los que me gustan a mí, y los que suelen sacarme las mejores propinas.
Porque ya había almorzado, fui por un café, pero en la mesa de al lado había un señor comiéndose un puchero que me dieron ganas de pedirle que me convide.
Es uno de los bares notables de la ciudad, lo que lo hace aún más especial. No lo conocía. Gracias, Unilocal

Tomamos un café de paso el otro día con mi novio, mientras hacíamos tiempo para ir a comer de unos amigos.
El lugar es divino, chiquito (sólo tiene un mozo) pero es muy acogedor y nunca está lleno. Atienden rápido, es cómodo y tienen promos de medialuna + café con leche y cosas por el estilo, siempre dependiendo del día.
Es una esquina super tranqui asi que está buena para leer o dibujar sin que nadie te joda.

Este bar es lo más. Está en una zona céntrica de la ciudad, cartográficamente hablando, en el barrio de San Nicolás (a unas cuadras de tribunales).
Este es un bar tradicional, de muchos años de antigüedad pero muy bien mantenido. Es pequeño, pero como suele decirse, el corazón es grande.
Tienen algunas mesas en la vereda, en el interior se ven varias fotos y dibujos de artistas varios sobre el bar. Se ven las pizarras con los precios de las bebidas y estantes con los aperitivos que venden a los parroquianos que frecuentan este local.
La mayoría de las veces que fui pedí un café con leche y medialunas o tostados. El café te lo traen en tazas bastante grandes. Y suelen tener promociones para las diferentes comidas del día.
Una vez fui a almorzar y probé unas costillas de cerdo con puré que estaban espectaculares. Muy recomendable para almorzar y disfrutar de comidas bien sabrosas, las porciones son justas para quedar satisfecho sin sentir que reventás.
Los precios son razonables y la atención es con muy buena onda. Por otro lado, se paga en efectivo y tiene aire acondicionado para el verano.
Acá se siente un poco el ambiente de la Buenos Aires de antaño, lo que le da un toque único.

Es el primer bar notable del que voy a escribir, no va a ser el único. Me enteré del término de porque una compañera de periodismo, me contó del decreto que hace referencia a la expresión y que había mucho en esta ciudad tan políglota.
Cuando buscamos en Internet, los lugares fuimos a buscar el más cercano, cuando fuimos para hacer la nota, nos recibió Carlos, que muy amablemente nos pidió un momento para hacer su trabajo y nos concretó una cita.
Volvimos para la hora pactada y el mozo nos esperaba con una sonrisa que nunca se desdibujó.
Cuando el grabador se encendió, Carlos sacó a relucir su aptitud entrenada para la verborragia y también vimos que no puede su muñeca para ser el único mozo de hace 20 años del mismo lugar.
Nos invitó un café, mientras nos contaba la magia que se produce en este tipo de locales.
Que tiene un sabor particular como el café que sirven, que no viene solo, donde muchas veces se puede despender una charla de política o de futbol con un desconocido, por la cercanía de la mesas y por el espacio con el que cuentan.
Luego de una par de preguntas, Carlos se levantó de la mesa como si la silla tuviera electricidad y se puso a trabajar sin esperar un segundo, y sabía perfectamente lo que falta hacer en la lista adeudos pendientes.
Al salir me sentí zaceado por el trabajo realizado y admiré al mismo tiempo, la voluntad que invierte Carlos y lo sabe transmitir a la hora de hablar y lo comparte con un buen café.