Tenía yo unos 10 u 11 años y venía todos los santos días de mi vida a esta esquina a tomar el colectivo para volverme a casa después de un agotador día de escuela. Siempre me pareció muy pero muy pero muy bizarra la figura de mujer que aparece ahí, tallada sobre el marmol. No sé, es como fea, como de mal gusto o qué se yo. No me gusta. No deja, tampoco, de ser bizarro que la dueña del lugar se llame –casi– como la vedette rosarina catadora de vinos y otras cosas que no voy a mencionar en la reseña porque sino me retan. En fin, en este lugar hacen todo tipo de tratamientos de bellezas y deben de hacerlo bien porque hace más de 15 años que están ahí y aún no se han movido. Al no estar tan el centro, los precios no son tan caros y la atención, dicen, es muy buena.