Estaba enfrente de nuestro hotel así que sí o sí íbamos a acabar allí algún día. Como opción medio barata para una piadina a cualquier hora está más que bien, pero no destaca por nada en especial. Tiene una terraza que está bien, tapada y con ventanales por si hace frío que no dudaron en subir cuando así se lo pedimos al camarero. Las dos veces que estuvimos nos atendieron bien y fueron rápidos y me hacía gracia que nos hablaban en italiano directamente(ni intento de inglés, ni mucho menos ‘itañol’, que a veces nos pasó en el viaje). Hay una cosa que me parece muy curiosa y es el enorme respeto con el que trataban a mi madre en todos los sitios. No sé si es porque era más mayor que nosotras o porque era la mamma, no sé, pero siempre era todo con un respeto máximo, cosa que en España ya no ocurre ni con las personas más mayores, o incluso al contrario ¡qué pena! Las piadinas están por unos 7 euros y son enormes. Yo me pedí la Michelangello con bresaola, rúcula, queso y salsa rosa, estaba bastante rica pero un poco salada de más para mi gusto. Lo bueno es que con una comes y te la traen rápida, lo malo es que no es nada súper especial. Mi madre se pidió una pizza y estaba encantadísima, la verdad es que no tenía mala pinta. En cuanto a la decoración es mortal, directamente. Hacía años que no veía unos mantelillos de papel tan horteras con unas flores rosas horrendas que no hacen sino afear la mesa. Pero oye, eso no se come. La localización es buena, al lado del metro de Piazza Lima, es barato(para ser Milán, dónde por menos de 20 euros por cabeza olvídate de comer y menos cenar), y encima tienen la cocina abierta después de las 14:30, algo que para los españoles es de agradecer.