Basílica de San José y Nuestra Señora del Sagrado Corazón

Había pasado muchas veces por aquí, pero nunca me había percatado de que es una Basílica, o al menos eso dice en su fachada. Justo enfrente hay una estación de metrobús.
No es muy grande, pero es bonita y su patio tiene un aire de tranquilidad, ajeno al escándalo de la calle. Es un monumento protegido, aunque también tiene un letrero que dice que está en trabajos de restauración de la fachada y la cubierta.
No sé si ya terminaron o siguen en obra, pero puedes entrar a curiosear su interior.

Más que por la cuestión religiosa, este lugar me gusta porque su fachada parece una de esas figuras que uno solía dibujar cuando en la primaria le pedían trazar una casita.
Hasta donde sé la zona era un lugar de recreación, más bien una estancia de los antiguos pobladores de la ciudad. Ahora es considerada un monumento histórico de la capital del país.
Independientemente de todo el concepto espiritual que puede llegar a albergar, este recinto goza de una capacidad de atracción que resulta interesante: caminas por la noche sobre la calle de Ayuntamiento y de entre los edificios grises y tenues que encuentras sobresale esta pequeñà basílica con colores vivos y diseños alegres.
Lo grandioso de todo es que por las noches el vigilante es un gato (sí, un gato) blanco con manchas negras que al primer llamado se acerca como invitándote a acercarte, pero con cautela.
Invariablemente ese gato está ahí cada noche, haciendo guardia en el que, dicen, fue el primer recinto cristiano de los antiguos pobladores de México. Interesante, ¿no?