Mariscos Guaymas, oscila entre pesadilla urbana y milagro culinario, jamás me quitaron el sueño las ranas disecadas y vestidas como mariachis que tienen en la barra pero fueron de lágrimas y risas cuando probé la especialidad de la casa: ancas de rana. Soy una mentirosa si digo que volví a comerlas. Regresé a conocer toda la carta, a tomar cervezas y «vuelve a la vida», tequilas y cocteles de camarón, sopa de pescado y agua de limón, pero no me atreví a comer ranas con otras ranas como testigos. El local siempre estaba lleno, personajes que todos los días comían las extremidades del reptil y quienes las rehuían, haciendo esa resistencia un tema de controversia en el sitio. Los vendedores de la Plaza de Computación que traían un pedido como para alimentar un batallón nunca arrasaron con la paella del viernes ni atrasaron a los parroquianos hambrientos de la barra metálica y no molestaron nunca a los que sufrían con los habaneros en escabeche de la casa que ponen en las diminutas mesas, rodeadas de fotos y litografías de ranas leyendo, bailando, escribiendo, cocinando… en fin. Para pasar un buen rato, beber una cerveza y comer paella o ancas de rana hay que ir al metro San Juan de Letrán o caminar por República de Uruguay, rumbo a Bolivar y junto a los Mazapanes Toledo, se verá una ranita que dice: Bienvenidos.