Plaza de la Conchita

Es bueno ver que están reconstruyendo la capilla y, lo malo es que están convertido el jardín en un JARDÍN PARA PERROS y los dueños no recogen las suciedades de sus mascotas; no se vale respeten este precioso e histórico lugar

Cuando pienso en la Plaza de la Conchita enseguida surge de la idea de casarme de nuevo y que sea justo en la Iglesia de la Plaza de la Conchita que es una Iglesia pequeña pero con un bellísimo altar muy al estilo del churrigueresco.
Para mí la Conchita es transportarme a la época del romanticismo, de la cultura, del deleite por los espacios pequeños y tranquilos para la reflexión, la meditación y me lleva a recordar incluso mi maravillosa época de juventud y ahora disfruto tanto del lugar cuando puedo llevar al nieto y le cuento las historias de amor de la Plaza de la Conchita

La conchita
Viene a mi mente la imagen de la Conchita y automáticamente aterrizan en mi las palabras de Alberto Dallal, «Hay espacios que poseen aún desnudos, su propia cultura… espacios que prolongan nuestras reflexiones u obligan a nuestros sueños a desbordarse».
Cuando una persona decide hablar o escribir de la Conchita es porque está enamorada de ese lugar. Esos momentos en los que tus pies caminan hacía ahí sin que tú se los pidas es porque saben que ese espacio convierte cada instante en uno mágico. El silencio, la historia que envuelve la plaza, su arquitectura, todo se hace uno y es como si cayeras en una suerte de hechizo.
La Conchita invita a tener las conversaciones más filosóficas y las más triviales. Las peleas más intensas y los besos más largos y apasionados. Cuando tienes 15 años y estás enamorado o enojado, no son muchas las opciones que tienes de lugares para poder respirar profundo lejos del bullicio del resto del mundo. Yo aún, a mis 23, cada que quiero estar sola o en compañía de un buen libro, la Conchita es mi primera opción. No sé si es el hecho de que me apasione la historia de La Malitzin y Hernán Cortés y saber que en algún momento estuvieron los dos juntos en esa misma plaza, o si la vibra del lugar me seduzca una y otra vez, o simplemente porque su arquitectura le da privacidad y aislamiento del resto de la ciudad. Pero al final, de todos los espacios en Coyoacán, La Conchita es al que siempre llego cuando lo necesito sin siquiera ser consciente de ello.

Este lugar es muy pequeño, discreto pero muy lindo, la Plaza de la Conchita además de mantener totalmente el espíritu de Coyoacán con las calles adoquinadas, las casas y la vegetación es un lugar muy tranquilo, lejos de los mimos, músicos, artistas y vendedores callejeros. Está rodeada de cafecitos y lugares para ir a comer, pero la plaza es aparte, en ese sitio de pronto se ve practicar a los alumnos de pintura con sus lienzos y retratando algún paisaje del lugar.
Además he tenido la oportunidad de asistir a la iglesia de «Nuestra Señora de la Concepción» y la verdad es que han sigo ceremonias muy lindas, creo que hay mucha demanda para casarse ahí, por lo bello del lugar.
Pero si un día los invitan a una boda y es ahí la ceremonia, piénsalo dos veces y no te la saltes ya que la experiencia bien vale la pena.

Mi momento cursi ha llegado, al hablar de Plaza de la Conchita mi mente necia demanda el escribir que aquí fue donde me enamoré por primera vez de una persona, y quizá la única, inconscientemente pero feliz.
Y es que esta discreta placita estimula a quedarte sentado sin preocuparte por el tiempo y lo que pase alrededor de ella. Aunque los carros pasan sin descanso, la tranquilidad del jardín sobresale, e incluso puedes darle una vuelta y situarte en un punto diferente de donde estabas.
Si vas a ir al centro de Coyoacán, no olvides pasar por aquí antes o después de tu destino, nada más para disfrutar de un momento de serenidad. Ah, y también por si quieres pasear al perro.

Es una linda plazuela la que finca una ancestral tradición en el centro de Coyoacán, «La Conchita». Un emblemático jardín fuera de una pintoresca Iglesia, dedicada a la virgen de la Concepción, son un buen pretexto para dar un paseo por este barrio que, por su antigüedad, esconde una larga historia, desde la llegada de Hernán Cortés.
Por alguna extraña razón tuve a bien tomar unas clases por allá y, cada día, al pasar por ahí se me llenaban los ojos, los pulmones y el corazón de esa paz que toda expresión artística requiere. La gente camina por ahí para tomar algún respiro, pasear a sus perros o quizá levantar una plegaria dentro del recinto que, ya desde afuera, nos pone en armonía.
Esperemos que los trabajos de remodelación de la capilla hayan terminado, porque nadie debe perderse caminar por el empedrado de esa plaza y sus alrededores.