Templo de San Hipólito

Fuera de ser el punto de encuentro de todos los fieles a San Judas, la iglesia de San Hipólito es otra muestra de la arquitectura colonial.
Hay que reconocer la herencia de aquella época que se halla por todo el centro histórico y el valor cultural que merece.
No se necesita ser creyente y menos practicante para poder apreciar el esplendor de este tipo de edificaciones.
Deja los prejuicios, reconoce el fenómeno antropológico vinculado a esta iglesia, pero también acércate a conocer este sitio y su historia.

Pasa por ahí el día del mes y a la hora que gustes, pero si el calendario marca 27 o 28 ni en broma te asomes porque te encontrarás con peregrinos, las calles de Hidalgo o Paseo de la Reforma bloqueadas y el Metrobús de las líneas 3 y 4 cerradas, es el Templo de San Hipólito, donde se le rinde pleitesía a San Judas Tadeo.
Independientemente de que si está lleno de fieles o de reggaetoneros (sin ofender) u otros entes más, es una de las edificaciones clásicas de nuestra capital y hasta el siglo XIX, éste era el límite poniente de la ciudad (¡imagínense!) y, al menos en el supuesto, siguió siendo la salida a «tierra firme» más importante para los españoles tras ser corridos a patadas en la «Noche Triste» contra los Aztecas.
Eventualmente, tras la caída y conquista de México Tenochtitlán, los hispanos construyeron esta capilla en 1559 para rendir tributo al mártir San Hipólito y, paradójicamente durante todo el virreinato, iniciarían las procesiones anuales que festejaban la fundación de la ciudad de México.
Ahora ya no se ven cascos metálicos y banderas con rojo y amarillo, se ven figurines de San Judas de todos los tamaños imaginables (algunos hasta más altos que sus dueños) camisetas con su santo patrono, pelos engominados, lentes oscuros y por desgracia el olor distintivo a «mona» (que solo portan algunos desorientados). Independientemente de todo, en un día regular que te envuentres por ahí es un templo bastante pacífico en donde la historia se junta con la tranquilidad que otorga la oración al santo que ahora rige y es loado oficialmente el día 28 de octubre.

El Templo de San Hipólito o mejor conocida los últimos años por la iglesia de los «reguetoneros» (sin ofender) es una iglesia que se encuentra muy cerca de avenida Reforma, cerca del metro Hidalgo. Un lugar para creyentes del santo «San Juditas Tadeo», todos los días puedes ver a los creyentes del Santo aquí. Cada 28 de cada mes, miles de jóvenes y personas creyentes se dan cita para darle gracias por algún milagro que les haya hecho.
La iglesia es grande y como muchas más, con la única diferencia que aquí había puros santos de San Juditas. Un día decidí ir y e investigar qué tipo de personas eran las que más frecuentaban el sitio puesto que antes se veían más personas fieles al Santo y ahora sólo veía puros chavos. Me pareció muy desagradable entrar un 28 y ver muchos chicos y chicas con su «mona», no sé, honestamente fue desagradable. Si algún día deciden ir a visitarla procuren hacerlo cualquier día que no sea 28.

Ni se te ocurra pasar por aquí los días 28 de cada mes y menos el de agosto, pues ese día es en el que se adora a San Judas Tadeo, santo que es venerado en esta iglesia.
Es un hermoso lugar, independientemente de la religión que se profese. es muy amplio por dentro y tiene un pasillo alfombrado en el interior, reservado para aquellos que realizan sus mandas y llegan al templo de rodillas.
También se observa una pared llena de plegarias y veladoras en la que los fieles escriben sus peticiones a los santos.
Este sitio ha sido desprestigiado por ser visitado por los llamados «Chakas», fieles que adoran a San Judas y que escuchan reggaeton, sin embargo, tuve la oportunidad de hacer un trabajo escolar junto a algunos amigos y no es tan peligroso, aunque debo confesar que el ambiente es tenso, pesado y siempre sientes la necesidad de estar alerta.

¿Te acuerdas de María Auxiliadora? En el libro la Virgen de los Sicarios de Fernando Vallejo, era la imagen a la que recurrían los habitantes de Medellín para pedir por sus causas. Los visitantes más devotos y asiduos de la iglesia donde se hallaba eran los jovencitos de las barriadas cuyo oficio era el matón, sicario.
Una vez discutí en la universidad con una profesora que detestaba el libro mientras a mi me ha parecido uno de los más hilarantes y divertidos. Dice un montón de netas de cómo somos los latinos. De los que más me han hecho reír. Como sea… Aqui en la Ciudad de México el Templo de San Hipólito es donde se venera no a Hipólito sino a San Judas Tadeo. Aqui no hay sicarios pero es real la fama de que delincuentillos, asaltantes y otras chambas fuera de la ley son cobijados por la luz de San Juditas. La cercanía con tepito la hace accesible para los que ahí laboran. Uno ve a la viejita piadosa y el señor en bastón, claro, pero en su mayoría son jóvenes los asiduos visitantes del recinto. Quien dice que la religión católica va en declive está muy equivocado. Basta ir cualquier día veintiocho para comprobar lo contrario.
En un ejercicio antropológico muchos han hecho series de fotografías y tesis sobre el culto a San Judas. La vestimenta y el estilo único son casi tan únicos como los del tribal. La mexicana es una cultura viva que se reinventa todo el tiempo. La fiesta patronal es en octubre, también el día veintiocho. Ejércitos de gente peregrinan desde todos los rincones de la ciudad con sus estatuas arregladas en los brazos. Las hay desde portátiles hasta tamaño natural. Es todo un espectáculo cultural. Es, además un templo bellísimo hecho donde los españoles sufrieron la mayor cantidad de bajas durante lo que fue la Noche Triste.