Vicky Form

La crisis obliga a las personas a buscar la manera de diversificar ingresos. Y hay dos cosas que son indispensables para salir adelante: 1) quitarse la pena, 2) ingeniárselas con lo que se tiene. Cuando vivía en el D.F., me di cuenta de que me era más fácil juntarme con mujeres que con hombres. De ahí que, cuando necesité sacar más dinero, la primera opción fue vender por catalogo a mis amigas, y de todos los que probé me quedé con Vicky Form.
Al venirme a Puebla, decidí seguir con mi negocio, y visité las sucursales de VF que hay en la ciudad, y fue la del Paseo Bravo la que me convenció de seguir comprando ahí.
De entrada, las chicas que atienden son de las más amables que he conocido en éste tipo de tiendas. No solo te atienden bien, también se dan el tiempo de hacerte la plática y aprenderse tu nombre.
Admito que al ir por primera vez, llegué con la idea preconcebida de que en Puebla la gente es de ideas un poco más cerradas, y que el ver a un hombre vendiendo lencería por catalogo, les iba a dar ideas equivocadas a las personas de la tienda, y me esperaba un trato hostil. Lo digo porque en una sucursal del D.F. me pasó, y obvio nunca volví. Para mi sorpresa, las chicas de la tienda del Paseo Bravo resultaron ser bastante abiertas, y no solo me recibieron bien, sino que me ayudan cuando no me queda claro lo que me encargaron las clientas, sobre todo con las tallas. ¿Por qué tienen que ser tan complicadas las tallas de ropa de mujer?
Así que si buscan ganar un dinerito extra, les recomiendo vender Vicky Form. Y de preferencia, compren el el Paseo Bravo. Creanme, es buen negocio.