No se a ustedes, pero a mi me encanta jugar billar, ya sea pool o, para los más duchos, carambola. Un día, caminando por la ciudad, me llevé una gran sorpresa al encontrarme con uno que, además de todo, está bastante cerca del centro, como a tres cuadras del jardín principal. Como pasa con frecuencia en San Miguel, desde afuera parece diminuto, pero cuando entramos –iba con Diana– nos llevamos una sorpresa al ver que había más de 10 mesas(15 de hecho, para pool y carambola). El lugar es súper barato, pues la hora de juego cuesta 35 pesos y las chelas 20. Vamos, que es ideal para ir a jugar un par de horas con los cuates. No es un billar fancy, pero tampoco es de esos sórdidos donde te da un poco de miedo entrar, aquí hay chavitos de secundaria, una que otra pareja y muuuchos hombres. Algo chévere es que el lugar tiene varios tragaluces, por lo que la iluminación es natural durante buena parte del día y, si no quieres jugar billar, hay tres mesitas para jugar dominó o simplemente reposar un rato.