Una y no más santo Tomás. Un camarero no se puede volver loco con cuatro mesas, ¡no! me niego, o el camarero que nos tocó era su primer día y en su vida se había dedicado a la hostelería o no lo entiendo. Nada más sentarnos a la mesa nos dijo que le disculpáramos por si tardaba que habíamos llegado las cuatro mesas a la vez. No hay problema, no tenemos prisa, estamos de vacaciones y pensé «bueno caballero no adelante acontecimientos y una detrás de la otra». No hay que ser muy lumbreras para coger pedidos primero en una, luego en otra y así sucesivamente. ¡Cuatro veces nos cogió el pedido! ¡cuatro! y encima a la cuarta cuando nos preguntó si alguien nos había tomado nota y le contesté que si, que él lo había hecho ya cuatro veces, me contestó que no me enfadara que sólo era una pregunta… ¬¬ ¡con dos cojones! Si así empezó todo imaginaos el resto, yo pensaba que me estaban haciendo una cámara oculta. Nos sentamos en esa terraza por un plato de la carta que nos atraía a los cuatro que íbamos, el arroz con bogavante, ¡chico, se nos antojó el bicho! A la tercera vez que nos tomó el pedido, nos dijo que no les quedaba y fue un «Zas! en toda la boca», bueno, calma, no pasa nada pedimos otra cosa, el menú es amplio y nos ofreció además un revuelto de morcilla en sustitución… perfecto dos revueltos de morcilla, unas habas con jamón y un gazpacho de primero. Traen el gazpacho a los 5 – 10 minutos del pedido y pasan los segundos, los minutos y casi la hora para que nos trajeran los otros tres platos, era como la canción de Sabina«Y nos dieron las 10 y las 11…» que digo yo que menos mal que era el gazpacho y ya estaba frío que si no… por fin llegan los platos que faltaban y traían tres revueltos de morcilla con el cocinero en persona con los platos en la mano y el camarero acompañándolo con las manos vacías… diciendo ¡Los platos que faltaban! ummm no perdona, eran dos de morcilla y uno de habas… disculpe es que no teníamos bien la comanda. ¡Estás de coña! mira da igual ¡dame el plato que ahora mismo te pego un bocado en el brazo del hambre que tengo! Devoramos en 5 minutos los primeros, vino a tomarnos la comanda de los segundos porque no se acordaba o la habían perdido o… ¡yo que se!, tres entrecots y un codillo, media hora después llegan los entrecots y falta el codillo y así con todo y así con los postres y porque no quisimos café porque tras tres horas y media con el culo pegado a la silla queríamos que acabara esta tortura de una vez. A día de hoy creo que tenía que haber una cámara oculta en algún lado y que en otro lugar o en un universo paralelo alguien se estaba descojonando de aquella situación y sobretodo de nosotros.