Bodega Lluís

Últimamente, cuando veo «Bodega» en el cartel de un establecimiento, y tiene la pinta de llevar al menos un par de lustros abierto (¡éste es de 1955!), noto una fuerza superior que me empuja a entrar. Y la Bodega Lluís no fue una excepción.
Es lugar para estar dentro, para contemplar décadas de historia, para notar la botas que usan de mesas –que tienen más años que tú-​, para gozar con las decenas de botellas a la venta que tienen en las paredes. Venden vino a granel –y me arrepiento no haber comprado, ¡ay!-, y hacen un vermut tan bueno que te hace maldecir tu vida antes de ese momento precioso en que lo pruebas. Vermut a grifo, con un punto amargo, en vaso alto…
Y para acompañar, un combinado –como ellos le llaman-​; un platito repleto de almejas, navajas, boquerones, aceitunitas, algo que no te sabría decir si era atún o caballa (ignorante que es uno), un calamarcito… Se trata de una tapa combinada, perfecta para probar un poco de todo. También probé las gambas saladas –con una sal gorda fabulosa-​, que estaban buenísimas. Dicen que ofrecen anchoas que quitan el hipo (pero las anchoas y yo tenemos una historia complicada).
Había cuatro personas de arriba para abajo, pero la señora que te recibe, bien vestida como debe ser en un domingo, es la que mueve el cotarro, la que te explica las cosas, la que te comenta lo que lleva una cosa o la otra, la que crea el ambiente de familiaridad y la que te despide con la seguridad de que volverás.
Y volveré.