Fue el primer sendero que realicé cuando llegué al Baztan y no sabía cuánto me enseñaría el contacto con la naturaleza. Sin duda, este viaje me ha trasformado. Lo mejor de caminar por esos parajes es lo pequeña que te sientes ante el espectáculo que ven tus ojos. Reflexionar, meditar y conectar con la tierra son experiencias que debemos buscar para conectar con nuestro ser. El inicio se sitúa en el pueblo de Erratzu, donde puedes aparcar el coche. Un estrecho camino asfaltado conduce entre prados hasta Gorostapolo, agrupación de caseríos que bien merece una visita. El itinerario está señalizado con unas pequeñas franjas pintadas en tres colores: blanco, verde y amarillo. Desde la ermita situada a la entrada, un camino empedrado desciende y cruza el arroyo de Iñarbegi para adentrarse poco a poco en el interior del barranco donde destacan centenarios castaños. Es un camino largo y enriquecedor, para recrearse viendo paisajes a los que la gente del sur no estamos acostumbrados a ver. Sin quererlo la naturaleza te llama y es complicado no caer en su reclamo. Al cruzar riachuelos entre piedras, surcar senderos entre árboles, musgos y helechos altísimos, te sugestionas y sientes la vida en plenitud. Al llegar a la cascada, el lugar me sobrecogió. Me senté en una gran piedra en medio de río y dejé que toda la fuerza del lugar me envolviese. El intenso ruido del agua al caer contrastaba con la paz y tranquilidad del lugar. Pasaron volando las casi dos horas que estuvimos allí y mi sensación fue de no llevar ni cinco minutos. Es un lugar enigmático que te recomiendo descubrir y sentir.