Acuerdo II

Usé ayer este sitio como parada de repostaje entre dos reuniones y me sentí como en una película de Almodóvar. En la televisión tenían puesto un programa que yo desconocía (afortunadamente) en el que personas en riesgo de exclusión social le cuentan a la pequeña burguesía sus problemas y luego… Bueno, luego no sé qué pasa, pero era horrible en varios sentidos. Entonces bajé al baño y me encontré con un señor cambiándose de ropa mientras otro hacía arreglos tirado en el suelo del de señoras; y no, no era el WC más limpio de Escocia, pero casi. Cuando el señor del baño de caballeros terminó de cambiarse, lo que me encontré dentro del baño era del tamaño de un señor también. Hasta aquí voy a leer, no tengo palabras.
Ah, el café descafeinado de máquina no está mal y, si le pides sacarina al camarero, la acompaña de un florilegio. Pongamos que hablo de Madrid.

Esteriotipo total de bar de barrio madrileño: camareros con pajarita, camisa blanca y pantalones negros (las mujeres, chaleco); café con posos, churros recién hechos dos días antes; tortilla de patata, raciones varias; servilletas de papel hechos un ‘burruño’ a pie de barra, ancianas jugando a las tragaperras…
Cuando vivía en San Bernardo solía venir aquí a desayunar. Hace siglos que no entro, pero cuando paso, echo una ojeada y es como si el tiempo se hubiera detenido años atrás: el aroma del paso del tiempo ya no huele a tabacazo, pero sí un pelín a freidora. Barato, barato, pero… ¿Quién puede competir con el Iberia, que queda a dos pasos?