Congreso de Los Diputados

Como nunca he entrado no puedo opinar sobre el espacio interior, ni tampoco quiero hacerlo sobre sus habituales asistentes, pero sí me gustaría reseñar la parte exterior del edificio así como su ubicación.
¿A quién no le suenan los enormes leones de su puerta principal? Estas dos enormes esculturas de bronce son un símbolo de la ciudad y de la política española, protegen simbólicamente uno de los espacios más importantes a nivel gubernamental del país. Seguramente si paseas por los alrededores te encuentres con su imponente fachada y te pares a hacerte una fotito junto a los leones, merece la pena calcular su espacio e imaginar un poquito de la historia que contiene.
Para los que deseen visitarlo, hay múltiples opciones desde acudir a la tribuna de invitados hasta conocer simplemente el espacio arquitectónico.

Bueno, hablando del edificio, el Congreso se construyó sobre el solar que ocupaba uno de tantos conventos como hubo en Madrid hasta el siglo XIX. Que yo conozca, las imágenes más antiguas que se conservan son unas fotos de Laurent realizadas hacia 1860. Aunque es difícil de apreciar, ¿donde están las bolas sobre las que reposan las patas de los leones del Congreso? Como los fondos públicos en aquel momento eran escasos, se instalaron dos leones de escayola pintados con aspecto «metálico» y apoyados sobre sus patas delanteras. Muy poco después las inclemencias del tiempo los deterioraron de forma que hubo que buscar otra solución. En aquella época, en una de las guerras coloniales en Marruecos, se capturaron unos cañones cuyo bronce fue el material para las nuevos leones ante el Congreso. En el nuevo diseño los leones reposan sobre una bola indicando la victoria sobre la artillería enemiga. Lo curioso es que aunque parecen iguales, especularmente hablando, no lo son pues uno de ello pesa unos 400 kilos más que el otro. Si se fija uno en los detalles uno de ellos goza de «un buen par» y el otro no, aunque es de suponer que la diferencia de peso se deba a algo más…
La imagen de Laurent nos muestra además otros elementos interesantes como el palacio del duque de Medinaceli — al final de la calle a la derecha– y la iglesia de «los Jerónimos». Sobre el solar del palacio de los Medinaceli se construyó el Hotel Palace y además vemos en la foto que el «gótico» de los Jerónimos no es tan antiguo como podríamos suponer sino que se estaba «construyendo» en esos momentos. Algunos edificios que se ven cerca del paseo del Prado son construcciones del antiguo conjunto palacial del Buen Retiro que todavía subsistían. Actualmente solo quedan el Casón del Buen Retiro y el antiguo Museo del Ejército (antiguo salón de baile del palacio). La foto de la zona, curiosa, es ésta:

Indudablemente, he tenido experiencias mejores. Y mira que este negocio tiene empleados, que son 350 (eso de los que vemos, que hay muchos otros a los que ni vemos) y de todos ellos, ninguno me ha prestado nunca un servicio totalmente satisfactorio.
Cada cuatro años, como norma general, los empleados suelen acudir a sus clientes, prácticamente desesperados, para ofrecerles lo primero que se les ocurre. Su única petición a cambio es que los clientes metan una papeleta en una urna, así de sencillo. A cambio, se comprometen a solucionar todos sus problemas, a cambiar el país de cabo a rabo y a hacer que todos seamos muchísimo más felices. Así que cada cuatro años, los clientes de este servicio, se ven llamados a meter unos papeles en unas urnas para escoger a los jefes de este negocio.
Pero cuando se convierten en jefes, al final la cosa decae. Suelen empezar subiéndose el sueldo por un lado, y diciendo por otro que los jefes anteriores lo han hecho tan mal, que va a ser imposible hacer todo eso que les prometieron a los clientes. Es por eso que al final, los clientes suelen terminar bastante descontentos, aunque al principio albergan una pequeña esperanza.
Durante los cuatro años siguientes, toman todo tipo de decisiones con respecto al negocio y a los clientes. Algunas son buenas, otras son regulares y otras rematadamente malas. Pero lo peor es que suelen estar tan cegados que no se dan cuenta de que muchas veces perjudican a los clientes, y hacen cosas que perjudican mucho los intereses de la clientela. Claro que, como son unos jefes tan cabezones y prepotentes, al final a veces incluso terminan insultando a sus clientes. Ha habido casos gravísimos, y al final los jefes se han vuelto a sentar en unos sillones azules que tienen, como si nada.
Pero lo peor del establecimiento es el mal ambiente que se respira. Los jefes se pasan el día discutiendo porque sí, como niños pequeños, en lugar de mostrar madurez y trabajar juntos para que todo mejore de verdad. Por si esto fuera poco, suele haber un absentismo brutal, especialmente si hay partidos de fútbol importantes. Así que nunca estás seguro de si están trabajando o no.
Encima, últimamente, parece que ni siquiera los clientes son capaces de decidir quiénes son los jefes, y por encima de estos jefes hay jefes de otras empresas que les dan órdenes directamente. Un poco difícil de entender y de explicar, pero uno de los motivos fundamentales por los que la clientela está bien cabreada con este negocio.
Le doy una estrella, eso sí, porque el edificio es muy bonito y merece la pena visitarlo.