Del Ocio Negocio

Muchos directores de cine hacen películas para cumplir sus sueños. Es una de las mejores formas que existen para compartirlos: El autor materializando en imágenes la historia que se resistía a salir de su mundo de las ideas; el espectador soñando durante noventa minutos la historia ya soñada del director.
Jesús, el dueño del videoclub, ha conseguido prolongar el sueño más allá de la sala oscura. De su pasión ha hecho negocio, aunque él lo ve simplemente como pasión.
Jugando a periodista, al ver la variedad de géneros, de historia del cine expuesto en sus estanterías, le pregunté qué clase de películas le gustaban, que si tuviese que identificar el videoclub con una película, cuál sería.
Menuda chorrada le pregunté. Al principio me miró incrédulo («este tipo de dónde ha salido», debió pensar), pero me contestó con la sabiduría y serenidad que desprendió durante los cinco minutos que estuve hablando con él:
— Sólo me gustan tres tipos de películas. Las buenas, las malas y las regulares. Bueno, en realidad dos. Las buenas y las malas.
Me comentó que más que una película, lo que más le gustaba era el trato con el cliente. Ayudarle a buscar esa película de la que sólo se acordaba de la banda sonora, o del nombre de un autor (inexistente en el mundo real; rebautizado por su subconsciente), o cuyo nombre venía con remake personal (¿tienes con la muerte en los tacones?), o esa película que pusieron ayer en la tele que no pudo acabar de ver porque se quedó frito.
No se me ocurre un mejor videoclub donde dejarte asesorar por un amante del cine. Además tiene muy buen gusto musical. Cuando entré sonaba Camarón