Parador

Después de visitar Yuste necesitaba resarcirme un poco y Plasencia nos venía al pelo en la ruta del día. Matar el tiempo después de un buen paseo por la ciudad es algo que nunca rechazo, sobretodo si es delante de una tarta de queso frente a la gran escalera del antiguo convento de Santo Domingo (s.XV). El parador resulta, así, un monumento histórico en sí mismo.
Perfectamente conservado, organiza alrededor de un claustro sus distintas salas, de las que visité el restaurante (por error) y el bar, cuya barra parecía diminuta ante los altísimos techos abovedados. Muros de piedra y tapices legendarios. La tarta, como cabe esperar, es algo más cara que en otros establecimientos, pero también de gran calidad y tamaño generoso. Merece la pena tomarse algo en estos lugares para disfrutar de otra manera de edificios milenarios.

Un lugar magnifico cargado de historia con un encanto particular.
Un salón espectacular con una decoración cuidada al milímetro y un equipo muy profesional y agradable.
Perturbe diciendo que aunque su carta es escueta es de gran calidad y una elaboración impecable y la carta de vinos muy reducida pero con varios estandartes de cada variedad. El personal atento y cercano a la vez q profesional. Calidad precio muy competitivo en realidad es un lugar magnifico para una ciudad con encanto.

Un Parador siempre ha dado empaque a una ciudad, es símbolo de calidad y excelencia.
Este no iba a ser de otra forma y no en vano se encuentra repetidas veces entre los mejores valorados de España.
El edificio es asombroso, la quietud del antiguo monasterio que fue continúa manteniéndose en gran parte y esconde joyas arquitectónicas casi únicas como las Escaleras al Aire que hoy se encuentran en la cafetería de día.
Por la noche, en las antiguas bodegas, entraña otro caramelo digno de visitar y de disfrutar, ya que estas dependencias a día de hoy son el Piano Bar del hotel, un lugar relajado y sofisticado que merece la pena visitar.

Uno de los paradores que hacen muestra de «calidad, amabilidad y leyenda». Nos atendieron a mí y a mi familia genial, y el edificio vale la pena visitarlo, ya que es el antiguo convento de Santo Domingo del siglo XV. Está en la zona histórica de la ciudad, y entre sus paredes pareces que estás en otro mundo. La parte de la cafetería es quizás la más molesta por el continuo discurrir de gente que vienen en excursiones y no respetan el silencio o tranquilidad que debe de haber en un negocio de esta categoría.

Lugar perfecto para el descanso y reconfortar el cuerpo.
Ideal para Parada y Fonda de Peregrinos del Camino de Santiago.