#LunesDeReseña Hay decisiones, cuando uno llega nuevo a un barrio, que debe realizar«a ojo de buen cubero» y más sino conoces a nadie que te pueda dar referencias. Pues en esa tesitura me encontré cuando tuve que ir a cortarme el pelo. Así que tras dar una vuelta por el barrio y analizar las opciones, me decanté por esta peluquería y entré –Buenas tardes, ¿tiene usted hueco para pelarme? –Pues mire, ahora mismo tiene usted dos por delante. Si quiere tome asiento y cuando termine con ellos lo atiendo a usted. Esas fueron las primeras palabras que crucé con Paco Blaya, aprendiz desde los 14 años del oficio(y que con tan sólo 18 años ya ejercía de profesor de peluquería en la academia Jose María en la que actualmente sigue varias tardes a la semana) e hijo de José Blaya, maestro y especialista en el corte a tijera y afeitado con navaja, que allá por 1972, transformando su ilusión en realidad, abriera las puertas de esta peluquería situada en la Avenida San Lázaro. Tomé asiento y acto seguido inevitablemente me puse a escudriñar el lugar. La decoración no dejaba duda alguna a que Los Blaya respiraban sevillanía y tradición por los cuatro costaos: cuadro de la Esperanza Macarena, cartel de toros, estampas de San Roque, fotos de hijos y sobrina, asiento en forma de caballito para los más peques y todo ello acompañado con una marcha de Semana Santa como hilo musical. En un principio, nada de eso hacía sentirme más cómodo, ya que no soy nada capillita, pero si elegí aquel lugar fue porque vi desde el exterior de la cristalera como de minucioso era el peluquero en el acabado del cuello del cliente, que en ese momento estaba pelando, y la limpieza del local. Cuando me llamó para atenderme, recuerdo que ya no había sitios libres para sentarse aunque la mayoría de las personas habían pedido cita por hora. Hoy en día, comprendo el por qué; Y es que además de salir uno con un excelente corte(por menos de 10 €) y una sonrisa, rara es la vez que no sales sabiendo algo nuevo porque Paco Blaya además de gran peluquero es locutor deportivo de radio, amante de la Semana Santa, experto en pesca, aficionado a la cría de pájaros, está informado de cualquier noticia que tenga relación con la ciudad de Sevilla y futuro actor. Podéis verlo haciendo sus pinitos en la película«Maldita Venganza» del director David Chamizo que se presentó, este año, en el Festival de Málaga. Aquí os dejo el enlace del trailer de la película, dónde sale a partir del segundo 39 ejerciendo, como no, de peluquero.
Hoy día puedo decir que acerté y con creces en la elección. Así que, si quieres encontrar profesionalidad unida a la palabra familia, sólo teneis que pasaros por la peluquería Blaya.
CARMEN M.
Rating des Ortes: 5 Sevilla
Mi hermano Rafa es una persona de costumbres fijas, algo que yo suelo criticarle mucho. Pero no puedo hacer lo mismo cuando se trata de la peluquería. Ahí le entiendo perfectamente. Si desde pequeño tu padre te ha llevado a una peluquería donde te subían a un caballito de madera para que estuvieras tranquilo mientras te pasan la tijera y al cabo de los años y en otra ciudad distinta, encuentras otra similiar donde te tratan como si fueras uno más de la familia Blaya, es normal. Según mi hermano, así es la Peluquería Blaya. Un clásico del barrio de El Cerezo, regentado muchos años por el padre de Paco, que ahora, aún a su años, se reserva para cortar y peinar a los caballeros de edad más venerable. Poco a poco, su hijo ha ido cogiendo las riendas y dándole su toque personal, más moderno y adaptado a los tiempos que andan(no corren, que estamos en crisis). La decoración no es nada espectacular pero sí es un lugar muy limpio y agradable. Hay una cosa que nunca varía y es que, vayas en la época que vayas, siempre te encontrarás una marcha de Semana Santa oyéndose por los altavoces. Se respira incienso y fútbol en las tertulias que se organizan a diario mientras los Blaya hacen su trabajo. Incluida la hermana de Paco, que dedica sus maravillosas manos a cuidar del pelo de las señoritas. El pelado de caballero cuesta poco más de 9 euros. Yo me quedo ensimismada cuando acompaño a mi hermano a su ritual de corte. Transcurre con una agradable conversación y termina con la misma ceremonia: retirada de la tela que le cubre para que no se llene de su propia cabellera y con Paco enseñándole la parte de atrás de su cuello con el espejo para que le de su aprobación. Mi hermano dice que hay rutinas que merecen la pena. Y en eso, al menos, lleva razón.